He paseado muy temprano a mi perro, me siento a desayunar, escucho la radio y entonces estalla el mundo a mí alrededor y se abren los abismos: Javier Marías ha dicho NO al Premio Nacional de Narrativa, uno de los pomposos galardones con los que se acrisola ese tesoro nacional que son nuestros novelistas actuales. LA FIERA LITERARIA
Al parecer, hubo una rueda de prensa del mayor genio de nuestra prosa, y uno que no se entera sino tarde de todo y anda todavía con estos pelos.
Abro internet y me llegan correos urgentes de amigos que me reclaman mi opinión de gran experto en la moral mariesca y también de ‘La Fiera’ y de sus oscuros sótanos, donde se cuecen las (¿ignominiosas?) campañas contra Marías, me piden con urgencia una soflama, así que apenas tengo un minuto para recobrar el aliento.
Busco tembloroso en la red El País y ahí está, un despliegue de páginas, y todo me da vueltas. Pienso en vestirme de saco y rociarme de ceniza la cabeza, arrepentido, humillado, porque en mis días peores, en mis horas más pecaminosas, he pensado mal de Marías, he escrito contra sus novelas y sus artículos dominicales en los que destila sus sermones.
Y es que hace unos días Marías nos ha dado la mayor lección moral del siglo, se ha negado a sumarse a la recua de los aprovechados, de los paniaguados, de los “sinvergüenzas”, lo ha proclamado para que no haya dudas, y esta vez ha paseado su Yo para una buena causa.
Todavía más, le ha dado una bofetada al Poder, acorde con sus justicieras críticas. En fin, me corroe la envidia porque no puedo acometer una proeza semejante, soy, lo confieso, un resentido, me siento fatal porque el hombre contra el que como narrador tanto he vociferado, contra cuyas opiniones he escrito tantas veces, a quien he acusado siempre de niño caprichoso y de pedante endiosado, de aburrirme con sus patosas digresiones, de falta de imaginación, de fotografiarse un día sí y otro también con su cara de adormilado, como gran intelectual rodeado de montañas de libros, es decir, cuatro menudencias, nos sale ahora como un glorioso ejemplo para todos.
Pues resulta que ha renunciado olímpicamente a un gran honor patrio, él que nunca le ha hecho ascos al Nobel, que ya ha tiempo que ha reclamado en su nombre la consabida e innúmera secta.
Pero uno es desconfiado. Me llegan rumores contradictorios: que si ha renunciado al premio, que si aceptará el dinerillo pero lo regalará a…, que simplemente no irá a recoger el galardón. ¿Enviará, como Pynchon, a un payaso al acto para burlarse de tantos oropeles? ¿Pero en qué quedamos?
La verdad es que Marías lo habría tenido difícil si hubiese aceptado después de haber escrito lo que escribió en junio de 2011 contra los premios oficiales. Así que uno vuelve a ‘El País’ (¿a dónde mejor?), deseoso de aclarar sus ideas. Y encuentra un despliegue que huele a la vez a incienso y a cuerno quemado.
Que si se resucita un artículo laudatorio de Mendoza en el que se eleva hasta las nubes ‘Los enamoramientos’, la joya premiada, ese tocho al que Babelia (un órgano de opinión de excelsa neutralidad) ya incensó como la mejor novela de 2011 ¡según 57 críticos y colaboradores!, ahí es nada.
Que si se nos recuerda la lista de los premiados antes que Marías, hoy todos arrojados al oprobio de haber aceptado ese premio (Marías, con su desparpajo habitual, los ha calificado, efectivamente, de sinvergüenzas): bien es verdad que el listado no es tampoco para echar las campanas al vuelo, menuda tropa en su mayoría, y ya ha habido uno, el más reciente, que sepamos que ha rezongado.
Que si se nos regala con nuevas fotos de Marías y con la sonora reseña de su rueda de prensa, no crean que debajo de un puente, no, sino en el Círculo de Bellas Artes, todo a bombo y platillo, como es norma de la Casa. Y, en fin, se saca del armario el catálogo de los otros premios del egregio. Y uno comienza a olfatear un feo tufo, a oler a chamusquina publicitaria, a un monumental montaje. Casi me había olvidado de Prisa y sus manejos.
¿No estaremos ante un relanzamiento de esa novela en la que la gran novedad tantas veces proclamada por el propio autor es que el Yo del maestro Marías pasa a ser femenino? ¿Y de sus demás novelas y de sus cuentos? Y recuerdo el truco editorial de reeditar ‘Tu rostro mañana’ en un solo volumen o de recuperar su narrativa breve, que hoy nadie lee, en otro volumen.
Uno es tan desconfiado… ¿Hasta dónde llega la trampa? ¿Es sólo que se ha aprovechado Prisa del premio para este relanzamiento desmesurado? ¿O hay aún más? ¿Utiliza Prisa a Marías como ariete contra el gobierno y de ahí el titular “Marías dice ‘No quiero’ a Cultura”? ¿O Marías ha querido rendir el homenaje número mil a su ilustre padre, el sabio más perseguido por tirios y troyanos? ¿O es una inocente carambola que (supuestamente, faltaría más) el Poder haya querido congraciarse con el rebelde y Prisa y Marías se han limitado a coger al vuelo la ocasión?
La cabeza sigue dándome vueltas. Todo esto me sobrepasa.