Recuerdo que cuando yo asistí al colegio ?en El Salvador al Liceo San Luis de Santa Ana y en Guatemala, al Colegio de Infantes, ambos bajo la dirección de los reverendos hermanos maristas? mis papás gastaban muy poco en libros de texto y útiles en comparación a lo que los pobres padres de familia gastan hoy en día en lo mismo, tomando en cuenta que el dinero ya no vale lo mismo, la inflación, etc. igual cosa ocurría con las cuotas mensuales que se pagaban entonces con lo que se paga ahora.
Para no ir muy lejos, yo mismo con mis hijos mayores, pagaba infinitamente menos tanto en libros y útiles como en cuotas mensuales de estudios. Una cosa muy interesante es que los libros se iban heredando de hermanos mayores a menores, o a primitos, o a otros niños que lo necesitaren, pues eran buenos libros, bien escogidos y que cuidándoles como se nos enseñaba a hacerlo, duraban considerable tiempo en perfecto buen estado.
Hoy en día, que soy papá-abuelo, me he dado cuenta que las cuotas que se pagan son mayores a las que se pagan por asistir a las universidades y que los libros de texto son en extremo onerosos, a menudo cuestan más de los Q 100.00 que aunque sean devaluados, son exageradamente caros y que debido a que los maestros exigen que se escriba en ellos y con bolígrafo indeleble para acabar de fastidiar, mutilándoles y manchándoles, hace prácticamente imposible que se puedan utilizar por los hermanos menores, aparte de que año con año cambian libros de texto y saltan de una editorial a otra, hecho inexplicable para los pobres papás, lo que hace imposible cualquier ahorro que los progenitores traten de hacer.
Así, pues, que la única conclusión a que se puede llegar es que aparte de ser un rotundo negocio y ya no un apostolado como solía ser, con lo de los libros de texto y útiles, que viene a redondearlo, esto de la educación no es otra cosa, pues ya las clases no son magistrales sino que los pizarrones y tiza ya sobran en las aulas, pues todo se trata de que los niños se vayan a la computadora e Internet «a investigar», «bajar» la información e imprimirla, pues ya los maestros no dictan clases magistrales sino que utilizan el método del mínimo esfuerzo. ¡Cuán distinto a los profesores que nos enseñaron a los viejos!
Total, que de los gastos del inicio de año de mil quetzales y pico no hay escapatoria, así que lo dulce de la Nochebuena lo vienen a amargar con este verdadero atraco que constituye el inicio del año lectivo. Y, aparte de todo lo anterior, exigen a los niños -o a los papás- que lleven papel higiénico como para un batallón, una resma de papel de computadora, trapeadores, ajax, jabón en polvo y líquido, líquido para limpiar vidrios, bolsas para basura, y un largo etcétera.
¿Quién pondrá un hasta aquí a esta sinvergí¼enzada?