El negocio de los libros de texto, útiles y la aflicción de los pobres padres de


Recuerdo que cuando yo asistí­ al colegio ?en El Salvador al Liceo San Luis de Santa Ana y en Guatemala, al Colegio de Infantes, ambos bajo la dirección de los reverendos hermanos maristas? mis papás gastaban muy poco en libros de texto y útiles en comparación a lo que los pobres padres de familia gastan hoy en dí­a en lo mismo, tomando en cuenta que el dinero ya no vale lo mismo, la inflación, etc. igual cosa ocurrí­a con las cuotas mensuales que se pagaban entonces con lo que se paga ahora.

Antonio Sandoval Martí­nez

Para no ir muy lejos, yo mismo con mis hijos mayores, pagaba infinitamente menos tanto en libros y útiles como en cuotas mensuales de estudios. Una cosa muy interesante es que los libros se iban heredando de hermanos mayores a menores, o a primitos, o a otros niños que lo necesitaren, pues eran buenos libros, bien escogidos y que cuidándoles como se nos enseñaba a hacerlo, duraban considerable tiempo en perfecto buen estado.

Hoy en dí­a, que soy papá-abuelo, me he dado cuenta que las cuotas que se pagan son mayores a las que se pagan por asistir a las universidades y que los libros de texto son en extremo onerosos, a menudo cuestan más de los Q 100.00 que aunque sean devaluados, son exageradamente caros y que debido a que los maestros exigen que se escriba en ellos y con bolí­grafo indeleble para acabar de fastidiar, mutilándoles y manchándoles, hace prácticamente imposible que se puedan utilizar por los hermanos menores, aparte de que año con año cambian libros de texto y saltan de una editorial a otra, hecho inexplicable para los pobres papás, lo que hace imposible cualquier ahorro que los progenitores traten de hacer.

Así­, pues, que la única conclusión a que se puede llegar es que aparte de ser un rotundo negocio y ya no un apostolado como solí­a ser, con lo de los libros de texto y útiles, que viene a redondearlo, esto de la educación no es otra cosa, pues ya las clases no son magistrales sino que los pizarrones y tiza ya sobran en las aulas, pues todo se trata de que los niños se vayan a la computadora e Internet «a investigar», «bajar» la información e imprimirla, pues ya los maestros no dictan clases magistrales sino que utilizan el método del mí­nimo esfuerzo. ¡Cuán distinto a los profesores que nos enseñaron a los viejos!

Total, que de los gastos del inicio de año de mil quetzales y pico no hay escapatoria, así­ que lo dulce de la Nochebuena lo vienen a amargar con este verdadero atraco que constituye el inicio del año lectivo. Y, aparte de todo lo anterior, exigen a los niños -o a los papás- que lleven papel higiénico como para un batallón, una resma de papel de computadora, trapeadores, ajax, jabón en polvo y lí­quido, lí­quido para limpiar vidrios, bolsas para basura, y un largo etcétera.

¿Quién pondrá un hasta aquí­ a esta sinvergí¼enzada?