El negocio de las elecciones


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Siempre hemos sostenido el punto de vista que la democracia en Guatemala es una ficción del sistema capitalista. Sencillamente se trata de una comedia, en la cual se les da atole con el dedo a los ciudadanos haciéndoles creer que con su voto pueden decidir el destino del paí­s. Mi buen amigo, Francisco Sandoval, destacado literato, además de doctor en Sociologí­a y Ciencia Polí­tica, acaba de terminar la redacción de un ensayo titulado: “Democracia, el gran mito de nuestro tiempo”.

Félix Loarca Guzmán

 


Dice que la democracia ha llegado a convertirse en un mito, uno de los mitos vivos de mayor raigambre.  Recuerda que el pensamiento popular asocia mito con mentira que confunde, engaño en el razonamiento. Categóricamente expresa que la democracia está en crisis, como práctica y también como concepto.

En realidad, el ritual que se lleva a cabo cada cuatro años con el desarrollo de las elecciones, es una completa farsa. El único perí­odo que hubo en Guatemala de una auténtica democracia, fue el de la Revolución de Octubre comprendido entre 1944 y 1954, que Luis Cardoza y Aragón llamó “los diez años de primavera en el paí­s de la eterna tiraní­a”.

El derrocamiento en 1954 del régimen nacionalista y progresista del presidente Jacobo Arbenz Guzmán, es el punto de partida de una etapa de profundo deterioro del desarrollo nacional, de groseras violaciones a los derechos humanos y de la dependencia extranjera.

A estas alturas, es oportuno subrayar que las elecciones  son el marco de un próspero negocio de los principales grupos de la clase dominante, que son quienes  financian a los diferentes partidos polí­ticos, tal como lo anota el doctor en Sociologí­a Carlos Figueroa Ibarra en su excelente  libro ¿En los umbrales del posneoliberalismo?

Explica que las grandes corporaciones familiares reparten dinero entre los distintos partidos y dirigencias polí­ticas a efecto de comprometerlos, independientemente de que estén a la cabeza o cola de las encuestas.  Su interés y financiamiento crece al máximo, dependiendo de las preferencias electorales y de las garantí­as que a sus intereses les inspiren cada uno de los partidos. 

Sugiere que en la campaña electoral de hace cuatro años, el general Otto Pérez Molina y el Partido Patriota estuvieron más cerca de las preferencias de las principales corporaciones que la candidatura de ílvaro Colom,  quien sin embargo, recibió fuerte apoyo de los llamados empresarios emergentes y de algunos sectores de la gran burguesí­a.

De esta manera buscan tener influencia en el futuro gobierno, para aprovechar el poder en función de la acumulación de riqueza. No es aventurado decir que el poder real radica en esos grupos que de esta forma mantienen secuestrado al paí­s.