EL NACIMIENTO TRADICIONAL EN LA HISTORIA DE GUATEMALA


El santo Hermano Pedro de San José de Betancourt dió impulso a la celebración de Nacimientos en las casas de la ciudad de Santiago de Guatemala durante el siglo XVII. Su papel es fundamental en la conservación de ésta y otras tradiciones de Nochebuena en Guatemala.

El Nacimiento guatemalteco tiene hondas raí­ces en el proceso histórico de nuestro paí­s. Puede afirmarse que la costumbre propiamente dicha de hacer el nacimiento vino con los españoles seglares y religiosos en el siglo XVI, ya que era una práctica ya arraigada en la Europa Central, en donde el misterio de la natividad era uno de los más importantes dentro del espí­ritu cristiano del renacimiento.

Celso Lara

Hacia el siglo XVII, ésta elaboración se consolida y la práctica de las posadas y confeccionar el nacimiento con frutas y ambientaciones autóctonas se intensifican con la evangelización franciscana, en particular con la contribución del Santo Hermano Pedro de Betancourt en la ciudad de Santiago de Guatemala. El Nacimiento guatemalteco siempre ha estado presente en la historia. Amplias referencias hay en el siglo XVIII. Pero interesa destacar las más recientes a partir del siglo XIX:

John L. Stephens en sus Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, nos describe así­ un nacimiento: «…me vestí­ y me dirigí­ a una tertulia en casa del señor Zebadous, antes Ministro en Inglaterra… Era la ví­spera de Navidad, la noche de El Nacimiento de Cristo. En su extremo de la sala se habí­a levantado una plataforma, con un piso verde y decorada con ramas de pino y ciprés, con pájaros posando sobre ellas, espejos, papel de lija y con figuras de hombres y animales, representando una escena rural, con una enramada y una muñeca de cera en una cuna; en resumen: la gruta de Belén y el Niño Salvador. Siempre, en esta época del año, cada casa en Guatemala tiene su nacimiento con la riqueza y gusto del propietario y en tiempo de paz, la imagen del Salvador es adornada con las joyas de familia, perlas y piedras preciosas, y por la noche todas las casas están abiertas, y los habitantes, sin ser conocidos en casa visitando; y la semana de El Nacimiento es la mas alegre del año; pero desgraciadamente por ahora, se observaba solamente por formula; la condición de la ciudad era demasiado incierta para permitir la entrada general en las casas y para andar por las calles de noche. Podrí­a ser pretexto para que entraran los soldados de Carrera».

Añade mas adelante: «… pero el baile se sostuvo hasta las doce de la noche, cuando las damas se pusieron sus mantos y todos nos fuimos a la catedral donde se celebran las importantes ceremonias de Nochebuena». Stephens escribe sus Incidentes en 1841, cuando precisamente la situación polí­tica del paí­s no ofrecí­a en realidad ninguna estabilidad, lo cual influyo notablemente, como el mismo lo dice, en las costumbres de Nochebuena.

Algún tiempo después, José Milla y Vidaurre, en sus Cuadros de Costumbres, escritos en 1862, nos hace una feliz descripción de un Nacimiento, el cual era obra de un supuesto compadre del autor, el sencillo zapatero Pascual Pacaya. Milla nos cuenta lo siguiente: «Mi compadre, a quien considero, bajo muchos aspectos, como a un hombre verdaderamente superior, tiene también su lado flaco. Trabaja todo el año como un blanco y no teniendo vicio alguno, ni aun el del cigarro, los pequeños ahorros que a fuerza de economí­a logra reunir, se emplean irremisiblemente en este tiempo, en que diréis?, en construir uno de los más curiosos nacimientos que pueden verse en la ciudad. Hasta aquí­ no encontrareis quizá nada de extraño en el destino que da a sus ahorros mi compadre. Pero lo increí­ble es que después de trabajar un mes o más en el nacimiento, como dice que no tendrí­a gracia si no se meneara, el pobre Pascual, desde la Nochebuena, se mete como un hurón debajo del tablado y se entretiene todo el dí­a y parte de la noche en mover la maquinaria para que el meneo ande listo y los ociosos se diviertan. Allí­ come, allí­ duerme, allí­ esta sepultado desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero siguiente, ese modelo de abnegación y de civismo. Y luego hay quien tenga valor de hablar de sacrificios a favor del publico! Mientras tata está agazapado tirando de las cuerdas, Pastor (hijo del compadre) cuida de que les amateurs no se lleven la fruta a sus tocayos de barro o de madera que adornan el nacimiento, pues, para vergí¼enza de la especie humana, es necesario confesar su propensión a devolver mal por bien y a corresponder con ingratitud a los que se prestan a servirla con desinterés. Tres dí­as hace, me hallaba yo muy ocupado, cuando sin previo anuncio, entró en mi cuarto el hijo de mi compadre, que por la cuarta vez me traí­a el más expresivo mensaje de su progenitor, suplicándome fuese a ver el nacimiento. No pude negarme a las instancias del respetable artesano, y acompañado de aquel a quien saqué de la pila… me dirigí­ a su casa, situada en uno de los barrios más populosos de la ciudad. No fue poco el trabajo que nos costó penetrar por entre la masa compacta de gente que sitiaba la puerta del zapatero, esperando que los que ya habí­an visto, dejasen libre la entrada a los que rabiaban por ver». «Con la cuarta parte de esta concurrencia que acudirá a la ópera, decí­a yo entre mí­, se salvaba la empresa». Pastor me precedí­a; y apartando a éste, empujando a aquél, y pidiendo tantita licencia al del más allá, al fin logramos introducirnos en el patio, donde estaba armado el nacimiento. Imaginaos un polí­gono irregular, levantado como una vara del suelo, y sobre el cual están figurados, por medio de tablas y trozos de madera, cubiertos de papel pintado, llanuras, montes, volcanes, barrancos y todo esto adornado con árboles y flores artificiales, con casitas, con figuras de trapo, de barro, de madera, y con otra multitud de objetos cuya descripción exacta exigirí­a acaso tanto tiempo como el que se ha necesitado para armar todo aquello. Veréis allí­ confundidos los terrenos primarios, con los secundarios y los terciarios. La lujosa vegetación del trópico, al lado de las plantas raquí­ticas de la zona frí­gida, hombres y mujeres más altos que las casas, vestidos con trajes de todas las épocas y ocupados en oficios harto diferentes de aquellos a los que se dedicaban los sencillos pastores que fueron a rendir homenaje al Salvador recién nacido. Ya se ve, qué puede saber mi pobre compadre de Geologí­a, de Historia Natural, de Nuevo Testamento ni de nada? Y aun cuando fuera una Enciclopedia ambulante, sí­ habí­a de hacer nacimiento que agradase al público, por fuerza debí­a contener todas aquellas anomalí­as.

El maestro Pascual habí­a tenido ese año la concurrencia, que puedo llamar desventurada, de poner el tablado que contení­a el nacimiento, encima de una pila de muy regulares dimensiones que en su patio tiene; aprovechando su abundante chorro de agua para formar una cascadita, un arroyo y una laguna, todo ello al natural y bien dispuesto. En una tabla, que atravesaba la pila, se colocaba mi compadre a menear los cordeles de sus muñecos. La tarde en que, por mi desgracia, fui llamado y rogado a ver el dicho nacimiento, la concurrencia era, como tengo dicho, inmensa; tanto que, no pudiendo una parte de ella alcanzar a ver con comodidad; ocurriósele a unos tres o cuatro muchachos amigos del Pastor, trepar a un espléndido naranjo que hay en el patio, y una de cuyas ramas se balanceaba precisamente sobre el nacimiento.

A poco de haber yo entrado, comenzó el meneo. La plaza de toros, el volador, los tí­teres, Peruchillo, que se tomaba con el público ciertas licencias no respetuosas (ni más ni menos que si fuera un verdadero actor), carruajes en movimiento, molinos en ejercicio, gente que va y viene, tal era el aspecto que presentaba aquel animado panorama en medio del júbilo y la admiración de los espectadores…»

En Tiempo Viejo, obra escrita en 1896, Ramón A. Salazar también nos ha dejado una descripción del nacimiento: «Â¿…quién no sabe entre nosotros, lo que es «un nacimiento»? Es una obra de arte, sin rito, sin antecedentes ni consecuentes. La imaginación de nuestros niños hace nacer a Jesús de Bethlem entre riscos y montañas, al pie de volcanes gigantescos, y sobre peñas y breñales. Ved un nacimiento cualquiera, y observaréis anacronismos deleitables. En el mismo camino encontraréis a los tres Reyes Magos, seguidos de sus elefantes y camellos, y al indio Kakchiquel o zotohil, con su carga de cacharros al hombro; yo he visto por un lado, fusilamiento, por el otro suplicios de la cruz, por el otro guerras de prusianos y franceses, por el de más allá máquinas de vapor en un huerto parecido al de Jetsemaní­; indios vestidos de moros y cristianos con el traje de sayones. Pero, ¿qué significa esos anacronismos ingenuos solo notados por lo que traspasamos ya la edad dichosa, ante los dulces recuerdos que despiertan las fiestas de Navidad? Nacimientos, ¿qué significan esos anacronismos ingenuos solo notados por los que traspasamos ya la edad dichosa, ante los dulces recuerdos que despiertan las fiestas de Navidad? «Nacimientos sin hojas de pacaya, sartas de manzanillas y de huicoyoles no se comprenden y menos, sin villancicos ni entremeses». Hay varios puntos que vale la pena destacar en estas descripciones de los Nacimientos del siglo XIX.

En Stephens encontramos, por ejemplo, la descripción de un Nacimiento hecho en casa de una familia acomodada, como debió ser la de un embajador de Guatemala en Inglaterra, en el que la imagen del Niño Dios, que según el autor era de cera y estaba adornada con joyas de familia. De ello podemos deducir que la practica del Nacimiento no se limitaba a las personas humildes como artesanos y obreros, sino que también se daba entre las familias de la clase dominante, por un lado, y por otro vemos a que a principios del XIX ya se hací­an Nacimientos dentro de las casas; posiblemente tal costumbre venia desde el XVIII, como ya indicamos en otra parte de este trabajo.

También se encuentra aquí­ una mención acerca de las fiestas con que, en la catedral de la Nueva Guatemala de la Asunción, celebraban la natividad del Señor. Domingo Juarros, en su Compendio de la Historia de la ciudad de Guatemala, nos describe estas celebraciones a principios del siglo XIX: «y comenzando por las de Nuestro Sr. Jesu-Christo celebraba esta Santa Iglesia el 25 de diciembre, el Nacimiento Temporal del Verbo Eterno, con la solemnidad que pide tan gran misterio. Comienza ésta por la hora de Prima de la Vigilia, que se canta en el cuerpo de la iglesia, con la mayor gravedad entonando la Kalenda en lo que pertenece a la expresada fiesta, el señor Dean: y antiguamente habí­a sermón, concluida la hora. A la media noche se cantan los Maytines, con música y villancicos después de las lecciones, y la Misa que pone el Misal para esta hora. El dí­a 26 hay fiesta con sermón y asistencia que antes era de Tabla general y ahora es particular; y aunque esta solemnidad se llama de San Estevan, y el Sermón es de este glorioso martyr; tenemos por muy probable que en sus principios fue del Nacimiento de Nuestro Señor Jesu-Christo…»

Milla por su lado, en su sabrosa descripción del Nacimiento de don Pascual Pacaya, deja también consignados muchos aspectos importantes, entre los cuales sobresale el dato de que dicho nacimiento se meneaba, cosa que viene ocurriendo hasta hace muy poco, aunque en la actualidad ya no se encuentran Nacimientos en movimiento. También es importante como el auto puntualiza el hecho de que hacer y mirar nacimientos en su época, segunda mitad del XIX, era de gran importancia para la población. La «incomprensible» devoción del maestro zapatero para con el Misterio de la Natividad que traducí­a en su Nacimiento y el empeño grande que poní­a el pueblo por ver la obra son actitudes sumamente elocuentes, que en forma real demuestran cuan arraigada estaba la costumbre navideña en los sectores populares del siglo XIX.

Otro aspecto importante es el convencimiento de que si el Nacimiento no contuviera tremendas anomalí­as cronológicas, geológicas, etc., no seria del agrado de la gente. Y en efecto, aun en la actualidad, si bien son muy admirados los nacimientos hechos con toda la perfección del caso: dimensiones, estilos, actitudes, todo congruente, el nacimiento común y corriente, que es el que el pueblo hace y disfruta, sigue conteniendo invariablemente grandes anomalí­as. Esto es en gran parte una de las razones que los hacen admirables. Finalmente, Ramón Salazar deja también constancia de la gran trascendencia que tiene el Nacimiento para los guatemaltecos, que se hace así­ por así­, pero que es necesario. Las mismas anomalí­as que Milla mencionó aparecen en Tiempo Viejo, donde el autor también está de acuerdo en que tales anacronismos son los que dan vida al nacimiento.

Menciona las hojas de pacaya, las sartas de manzanillas, los villancicos y los entremeses, elementos del Nacimiento que sin falta existí­an en las postrimerí­as del XIX y que demuestran nuevamente que el teatro era uno de los medios más utilizados para celebrar la Navidad. En el siglo XIX también adquieren desarrollo los nacimientos que se hací­an en las iglesias de la Nueva Guatemala de la Asunción. Un ejemplar de ellos es el Nacimiento que se exhibí­a en la iglesia de San Francisco, que era de carácter verdaderamente monumental. Las figuras, todas de tamaño natural, fueron talladas por un franciscano. Fray íngel Cabrera y son muy bellas. Entre ellas destacan unos pastores: uno joven, uno anciano y una pastora que lleva en los brazos a su hijo, formando un conjunto muy real.

En dicho templo, las celebraciones de Nochebuena, como sucedí­a también en la Catedral, eran pomposas y se extendí­an hasta el pasaje de la huida a Egipto; para entonces, todas las figuras se cambiaban de lugar ida a ida, según lo fuera narrando la novena. Ello atraí­a gran cantidad de feligreses al templo.

De principios del siglo XX a nuestros dí­as

Los Nacimientos del siglo XX, en sus principios, conservaban muchas de las caracterí­sticas de los que se hací­an en tiempos pasados y se empiezan a hacer muy notables los nacimientos hechos en las casas particulares. El nombre de muchas familias y de personas individuales llega a adquirir fama por los Nacimientos que hacia, sobre todo en los barrios más populares y antiguos de la ciudad. Sobre la calle de la Amargura y calle de Candelaria (hoy 13 avenida y 1ª. Calle de la zona 6), era famoso el nacimiento de don Cipriano Juárez, el cual contení­a multitud de figuras todas del mismo tamaño (como de 40 centí­metros de altura, todas las figuras humanas). El nacimiento ocupaba toda una habitación de gran dimensión y habí­an caminitos por donde la gente podí­a adentrarse un poco en el nacimiento. Todos los dí­as cambiaba de posición las figuras: un dí­a la virgen lavaba pañales, otro estaba San José trabajando, otro dí­a la virgen cargaba al niño Dios, etc. Dicho sea de paso, este mismo señor, don Cipriano Juárez, era el mayordomo de la cofradí­a de Nuestra Señora de Candelaria, la cual revistió enorme importancia a principios de siglo, no sólo en el barrio mismo de la parroquia de Candelaria, sino en muchas aldeas y municipios cercanos. Por allí­ mismo, en la avenida de Candelaria o calle de la Amargura (hoy 13 avenida) viví­a una familia de apellido Minera, que hacia un nacimiento muy grande, con bellos paisajes, que ocupaban dos habitaciones completas de la casa.