A los 84 años, Manuel Francisco Ayau Cordón murió producto de un cáncer al que se opuso con su natural forma de ser, pero que no logró vencer.
jfrlguate@yahoo.com
Independientemente de las coincidencias o no que con el Muso tuve desde 1962, cuando le conocí y le escuché en reiteradas oportunidades como invitado a nuestra clase de estudiantes de Derecho en la Universidad Rafael Landívar, por mi compadre y colega Luis Enrique Secaida Magaña, entonces gerente del Centro de Estudios Económicos y Sociales, CEES, que el Muso presidía, debo de respetar que Manuel Ayau fue un ortodoxo, defensor y creyente de sus ideas individualistas y liberales que lo convirtieron en un guía intelectual de la cúpula económica guatemalteca, con quienes contó para la creación y fundación de la Universidad Francisco Marroquín, a través de la cual predicó y exaltó sus criterios económicos y sociales.
La muerte de Manuel Ayau crea un vacío que ninguno de sus seguidores están en la condición de llenar. El Muso, sumamente conocido en las élites de nuestro país, merece todo el respeto de un hombre que vivió y murió defendiendo sus ideas, hasta el último momento. Evidencia de esto es lo que relata una de sus hijas al expresar que una de sus últimas frases fue «Yo inicié ProReforma, les toca ahora a los demás». Esta frase retrata la forma de ser del Muso, persistente, ortodoxo, ferviente e insistente en propagar y defender sus criterios.
Su vida y sus actuares merecen respeto y si alguien dudara de cómo se formó y desarrolló, basta ver que hasta en el último momento no cedió en sus aspiraciones. Su mismo sepelio, en la Iglesia Ortodoxa donde su hija, la madre Inés, es la máxima jerarca en Guatemala, es un acto fuera de lo corriente.
Lo realizado y logrado por el Muso merece respeto, hay que reconocer que como empresario fue sumamente exitoso por el momento que las leyes le ofrecieron; como político fue congruente con su forma de pensar, su actuar, por ello, fue diputado del Movimiento de Liberación Nacional, representante y defensor de la cúpula económica, candidato presidencial y vicepresidencial; congruente con su forma de ser y trayectoria.
El tiempo evidenciará cómo su pensamiento perdurará en la Universidad Francisco Marroquín, que no existiría si no fuera por él, lo mismo sucederá con el CEES que fundó.
Al Muso hay que respetarlo porque al compararlo con muchos otros personajes, él no brincó de partido en partido, ni de idea en idea, siempre mantuvo sus ortodoxos criterios y eso lo hace merecedor del respeto de quienes participamos en la vida nacional y deseamos una mejor Guatemala.
Los liberales tienen que estar de pésame y deberían de hacer un esfuerzo por no dispersarse, por no ser incongruentes, de pensar que el individualismo es bueno pero deja de serlo si no está al servicio del prójimo, que ser individualista no debe significar ser radical o egoísta, sino que por el contrario, debe permitir, aceptar y reconocer que las contribuciones individuales conllevan y deben de tener un resultado social que exalte y eleve a la persona humana. El mejor tributo que pueden lograr, en recuerdo del Muso Ayau, es hacer que Guatemala deje de estar a la cola de América Latina, del mundo, enalteciendo con ello a una persona ortodoxa pero honrada como fue el Muso.
Â