El museodont y el jardí­n botánico maya


Recientemente fui invitado por dos odontólogos -prestigiosos profesionales restauradores de ciencias naturales mayas-, doctores Iván Rodrí­guez Gramajo y Otto Menéndez, para visitar el Museo Odontológico de Guatemala (MUSEODONT) y el Jardí­n Botánico Maya, situados en la Avenida Simeón Cañas 6-33 de la zona 2 de la Capital de la República.

Alfonso Bauer

Agradecí­ la gentileza y una tarde, a las quince horas, llegué a la dirección indicada. El frente amurallado del urbano edificio me ocultaba las sorprendentes obras realizadas, en avanzadí­simo grado, que tuve la oportunidad de conocer y admirar. Todas ellas son restauradoras del caudal cientí­fico y estético de la cultura maya.

El Museo Odontológico de Guatemala va a ser el edificio en el que se custodiarán valiosas colecciones de objetos de la odontologí­a en general y de la odontologí­a maya en particular. La parte arquitectónica artí­sticamente realizada del Museo es majestuosa y expresiva de la grandeza del pueblo que erigió ha miles de años, los templos de Tikal. Por ejemplo, sus pisos son de maderas preciosas de Petén y otras montañas de la Tierra del Quetzal. El proyecto del Museo no ha concluido y tendrá dos niveles imponentes y, además, falta por acondicionar la ambientación museográfica necesaria para el material a exhibir.

A la fecha está construido el Jardí­n Botánico Maya, en el que se destacan el Pabellón de la Luna, que representa un eclipse lunar y allí­ también se encuentra la reproducción de un juego de pelota maya y dos pirámides. El Jardí­n ocupa aproximadamente 6 mil metros cuadrados de la hendidura de un barranco contiguo, en el cual bajo la dirección paciente y diestra del Dr. Vinicio Rodrí­guez, se han abierto innumerables senderos que atraviesan, por todos los puntos cardinales, frondoso bosque. Caminitos exornados de glifos mayas artí­sticamente representados y construidos con relucientes piedras traí­das de todas partes del paí­s.

Y en tanto recorrí­amos, de arriba -abajo y de abajo-arriba, esas serpenteantes y románticas sendas, tanto el Dr. Rodrí­guez como el Dr. Menéndez, me iban mostrando, árboles, plantas, hojas de aquel paraí­so vegetal y diciéndome el valor de sus propiedades para la salud odontológica y / o del ser humano.

Así­ supe, PRIMERO, que para aliviar o suprimir el dolor de muelas y curar enfermedades bucales sirven:

El Chinique (o Caña de Cristo); la pepita de aguacate, debidamente tratada, para el «fuego» de la boca y también como dentí­frico; la Planta Santo Domingo, para el dolor de muelas; y también el Café, el Piñón, el Arrayán, la Contrahierba, el polvo de canela, la Sábila, el apacin, el pito, el hinojo, que también combate el mal aliento; la Albahaca, para el mal aliento; el Macuy, para sanar aftas, la Fuente de Chac (lluvia maya) y el Pito, para el dolor de muelas y la movilidad dental.

Y, SEGUNDO, que para otros usos curativos y conservación saludable de las personas, son útiles: el Clavel, para la tos, la Albahaca, para la vejez, el Macuy, que es un buen alimento, el Piñón, cicatrizante, la Cola de Caballo, excelente para los dientes de leche de los niños, el Ixbut, para las madres lactantes, la Contrahierba, para piquetes de serpientes, el Palo de Jiote, que posee varias propiedades medicinales, la Flor de la Campaña o Florifundia, anestésico, pero aplicarlo con cuidado porque es más narcótico que la marihuana, la Sábila, muy rica en hormonas, el Apacin, cura la sinusitis, la Chaya, muy alimenticia, las hojas de Mango y de Guayaba, sirven para eliminar placa microbiana, el agua de Nixtamal (del Maí­z), dormilona, el Orozuz o Hierba Dulce, la Pimienta, son anestésicas, la Hoja de Piedra y la Quina, contra la diabetes, y la última contra el paludismo, el Palo de Tinte, para blanquear ropa, las consejas pueblerinas aseguran que el Chichicaste, es usado por las mujeres si es que desean tener hijas mujeres o hijos varones, según la manera de utilizarlo, la Menta, para dulcerí­a, el Bledo o Amaranto, alimento muy nutritivo, la Mano de Lagarto o Tres Puntas, contra la diabetes, el Cacao, bebida nutriente, la semilla del Ramón, muy alimenticia, la Calahuala, para mejorar las defensas…

En fin, el Jardí­n Botánico Maya posee en sus abundantes especies forestales y vegetales, por lo menos 150 plantas medicinales, todas cuidadas con una devoción humanitaria inocultable.

El pueblo de Guatemala debe saber que mis dos anfitriones, doctores Iván Rodrí­guez y Otto Menéndez son miembros de la Asociación de Amigos del Museo Odontológico de Guatemala y Jardí­n Botánico Maya -MUSEODONT, la cual es una entidad no lucrativa, de carácter cientí­fico-cultural y académico que cuenta con personalidad jurí­dica desde el mes de junio del 2002. «A la Asociación pueden ingresar personas interesadas en la odontologí­a y medicina populares o en la cultura maya en general, que tengan la voluntad de aportar ideas, conocimientos e inquietudes sobre el tema, así­ como recursos materiales y no materiales», como reza amable invitación impresa en precioso trifoliar divulgado, en el cual, se informa que desde 1993, año en el que el Dr. Rodrí­guez Gramajo, ideó los proyectos del Museo y el Jardí­n Botánico Maya, se han invertido más de 10 millones de Quetzales, pero aún se necesitan más aportes, aproximadamente Q6 millones, para concluir el Museo.

Termino felicitando a los dos abnegados odontólogos y cientí­ficos, doctores Rodrí­guez y Menéndez, así­ como a la Asociación de Amigos del Museo Odontológico y del Jardí­n Botánico Maya, por sus extraordinarios proyectos en bien de la ciencia, de la salud humana y de la cultura guatemalteca, rogándoles me informen sobre el trámite a seguir para ser otro compañero más de la Asociación.

Y, les exhorto a seguir adelante, porque como ha vaticinado César Dí­az, Ajq»ij, ¿Dónde se busca la Sabidurí­a Maya?, y él ha respondido: «En los cerros se encuentra la sabidurí­a, ahí­ también se encuentran las plantas sagradas para medicina de la humanidad. Los Lugares Sagrados donde fluye la energí­a cósmica, porque se siente y se vive con la madre naturaleza (…)», y ustedes los de la Asociación, ¡es en los cerros donde han descubierto la sabidurí­a!