El museo del maravilloso mundo de Walt Disney


Imágenes de distintas vistas del Museo de Walt Disney, en San Francisco. FOTO LA HORA: ARCHIVO

La primera imagen que recibe a los visitantes en el flamante Walt Disney Family Museum no es el ratón Mickey o el Pato Donald, ni siquiera Blancanieves. Es una foto de un Walt Disney de 9 meses de edad.


La exhibición del elegante museo -que abrió sus puertas el jueves tras seis años de preparación- termina con una serie de telegramas y dibujos lamentando la muerte de Disney en 1966.

Aunque el museo muestra el primer bosquejo del ratón Mickey y una maqueta del tamaño de una habitación del concepto original de Disney para Disneylandia, no está dominado por princesas y piratas.

En cambio, propone una mirada seria al genio de Disney, un niño granjero pobre que se convirtió en un audaz innovador y una de las mayores influencias culturales del siglo pasado.

A diferencia de los parques de Disney en Estados Unidos, Francia, Japón y Hong Kong, el museo creado por la familia Disney está dirigido a adultos: aquellos que crecieron con las creaciones de Disney y que pueden revivir su infancia en las galerí­as del edificio.

«No es realmente un museo para niños, es un museo para la familia», dijo el director Richard Benefield. «Creemos que la mayorí­a de las personas que vendrán tendrán entre 45 y 65 años».

Teri McCollum, que usaba unas orejas doradas de Mickey en un anticipo del museo para algunos invitados, es exactamente el tipo de visitante que espera Benefield.

McCollum, de 52 años, relató que el museo le trajo recuerdos sobre una infancia difí­cil, y que el esbozo original a lápiz del ratón Mickey, realizado en 1928, llenó sus ojos de lágrimas.

«Es simplemente parte de nuestra infancia», indicó. «Dirí­a que Walt Disney salvó mi vida. Me escapé dentro de Disney, me escapé dentro de sus pelí­culas. Me ayudó a sobrellevarla».

El museo, construido en un antiguo barracón militar sobre la bahí­a de San Francisco, tiene algo para todos. Aunque probablemente sea demasiado sofisticado para niños pequeños, acostumbrados al clima festivo de los parques temáticos Disney.

Hay bocetos originales, miles de artefactos, cientos de fragmentos de audios de Disney explicando su oficio.

Hay premios de la Academia, garabatos realizados por el artista español Salvador Dalí­ y una réplica de la ambulancia que condujo Disney en Neufchateau, Francia, después de la I Guerra Mundial. Y hay incontables fotografí­as y filmaciones de Disney junto a su familia y colegas.

Presentaciones interactivas que permiten a los visitantes participar del proceso creativo -como sincronizar música con animación- probablemente atraerán a los más jóvenes.

«Walt es mi héroe, es alguien que tení­a un sueño y lo hizo realidad. El museo es sorprendente, lo muestra a él y a su sueño», dijo Amber Wagner, de 23 años, estudiante de ciencia forense que usaba orejas de Minnie sobre múltiples piercings faciales. Wagner tiene un tatuaje del logo de Disneyland en su espalda.

La familia Disney eligió San Francisco para el museo tras analizar Los íngeles, Kansas o la ciudad donde nació Disney, Chicago.

Tras la muerte de Disney, su familia se mudó al área de San Francisco y almacenó miles de sus objetos en un depósito de la ciudad. San Francisco se ha convertido además en un centro mundial de la animación, con pesos pesados como Pixar, DreamWorks y Lucasfilm instalados en la zona.

Aunque el museo -de un costo de 110 millones de dólares- es un himno a Disney, no esconde sus defectos, como sus problemas con los sindicatos y una lista de su comida favorita con varios errores ortográficos.