Ayer, el Tribunal de Mayor Riesgo B impuso penas superiores a los 100 años de prisión contra nueve personas por su participación como miembros del sanguinario grupo de narcotraficantes los “Zetas” en la masacre de 27 personas en la finca Los Cocos, La Libertad, Petén; hecho ocurrido en el año 2011.
En Guatemala se ha acostumbrado que el muro que marca la pauta es el de la impunidad que, prácticamente siempre, lograba erigirse frente a los procesos judiciales para garantizar que el sistema sirviera para impedir investigaciones, la elaboración de casos fuertes y la emisión de sentencias contundentes basadas en procesos bien elaborados.
En este doloroso y escalofriante caso debemos recordar que no solo fueron descuartizados y brutalmente utilizados los cuerpos de los 27 trabajadores de la finca, sino que también el de un valiente auxiliar fiscal que tuvo los pantalones de iniciar las pesquisas contra los ahora sentenciados. En ese caso, el operador de justicia terminó siendo, igualmente, descuartizado y abandonado dentro de una bolsa plástica en el centro de Cobán, Alta Verapaz, para dejar un claro mensaje: “No se metan con los Zetas”. La vida de Allan Stowlinsky Vidaurre y el sufrimiento de su familia se debe sumar a la pequeña reparación que esta sentencia hace para lo que los hechos han sido.
Se aplaude al Ministerio Público y a los miembros del citado Tribunal, que con entereza hayan demostrado que la brutalidad y sanguinarias demostraciones de estos criminales no iban a ser un obstáculo para continuar con el proceso penal en su contra.
Es alentador evidenciar que con recursos, infraestructura y, principalmente, voluntad, se pueden llevar a buen puerto los procesos que se emprendan por medio del ente investigador.
Debemos también saber que hay más muros de la impunidad que deben ser sustituidos por este de la justicia. Una transformación que haría que el mismo miedo que puedan empezar a sentir ahora algunos narcotraficantes, lo sientan los corruptos que en el sector público y privado se han dedicado por décadas a amasar fortunas con los recursos de un Estado que basa la mayoría de sus males en esa sucia práctica.
Guatemala sigue siendo un sistema con muy fuertes ejemplos de impunidad. Sin embargo, de ciegos sería no ver que existen ejemplos sólidos que invitan al optimismo de que con una voluntad renovada, se puedan establecer esos muros de la justicia como el tope con el que debe dar cualquier persona que incumpla la ley. Alentadora sentencia que nos motiva a pensar en un futuro de universalidad de la justicia.
Minutero
Que se cambie el muro
de la impunidad a la justicia
que vean que es duro
el castigo a la malicia