En sus bastiones de las nebulosas montañas de Chiapas, miembros con pasamontañas y simpatizantes del movimiento zapatista se reunieron para celebrar el 20mo aniversario del levantamiento que atrajo la atención mundial hacia los problemas de los empobrecidos y a menudo abandonados indígenas del país.
La noche del martes, los zapatistas y cientos de simpatizantes de distintas partes del mundo recordaron el breve alzamiento armado que se calmó tras 12 días de enfrentamientos bajo una tregua con el gobierno, y fue seguido de dos décadas de estancamiento con ocasionales momentos de tensión.
Antes del levantamiento, «éramos totalmente engañados, manipulados, sometidos, controlados y olvidados. Sumidos en la ignorancia y la miseria, pero hace 20 años, como (en) estas fechas, dijimos ya basta», dijo a la multitud una líder indígena conocido como Comandante Hortensia en una de las conmemoraciones, que tuvo lugar en el patio de una escuela en el poblado de Oventic.
Unas 2.000 personas de México, Estados Unidos, España e Italia bailaron, jugaron básquetbol y entonaron canciones políticas en una noche fría en la que también escucharon a los comandantes zapatistas hablar en español y lenguas indígenas como tzotzil y tzeltal.
La rebelión zapatista sorprendió a México y generó amplio apoyo de izquierdistas de todo el mundo por su mensaje de derechos indígenas y oposición a la globalización económica. Pero desde entonces ha habido pocos cambios en la media decena de apartados enclaves que los zapatistas han formado en el puñado de comunidades que mantienen.
La pobreza sigue siendo tan grande, o peor, de como era antes del levantamiento en parte porque los zapatistas rechazan todos los programas de ayuda gubernamental.
Y la atención del mundo giró hacia otros movimientos indígenas, aparentemente más exitosos. En Bolivia Evo Morales se convirtió en el primer presidente indígena en el 2006, e indígenas de las etnias aymara y quechua ahora hacen parte de su gabinete y son presentadores en noticieros nacionales.
El subcomandante Marcos, líder de los zapatistas, parece reconocer que muchos han dejado de prestarles atención.
«Se fueron. Unos se fueron más pronto que otros. Y la mayoría no nos ve o lo hacen con la misma indiferencia y desdén intelectual con que lo hacían antes del 1 de enero de 1994», escribió Marcos en un comunicado dado a conocer el sábado.
En ocasiones el movimiento ha generado polémicas con marchas, convenciones en la selva y comunicados poéticos para luego retraerse a sus comunidades y quedar casi en silencio por largos periodos.
Para algunos, el mayor logro de la revuelta fue provocar que México reformara su constitución en 2001 para consagrar los derechos de los pueblos indígenas y el movimiento realizó una caravana por buena parte del país para respaldar la reforma que culminó con una serie de dramáticos discursos de rebeldes con pasamontañas en el Congreso.
Pero los zapatistas se enardecieron cuando los legisladores suavizaron las partes que más les interesaban: expandir la autonomía indígena y el control sobre la tierra y los recursos naturales.
Los indígenas mexicanos siguen siendo una minoría discriminada a la que se le niega la entrada o el servicio en tiendas y restaurantes lujosos. Sólo reciben atención ocasionalmente, por ejemplo, cuando un equipo de basquetbol de niños triquis que juegan descalzos ganó un torneo internacional el año pasado.
Pero el movimiento, conocido por sus siglas EZLN, sigue vivo, dijo el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi. La Iglesia ha tenido gran importancia desde hace tiempo en los movimientos indígenas de Chiapas.
«El EZLN sigue vivo, no ya como una opción militar, sino como una organización social y política, que lucha por una vida digna es un esfuerzo de demostrar que es posible la autonomía, sin dependencia del gobierno».
Sin embargo, los zapatistas dirigen sus propias escuelas y clínicas de salud pero la mayoría parece carecer de recursos y están pobremente equipadas.
Las condiciones de vida en sus comunidades no han mejorado. La mayoría sigue recibiendo magros ingresos por cultivar maíz y en ocasiones tratan de ampliar sus terrenos a costa de las selvas de Chiapas. Marcos responde a esas críticas con su dureza habitual.
«¿Qué ha hecho el EZLN por las comunidades indígenas? Y nosotros estamos respondiendo con el testimonio directo de decenas de miles de nuestros compañeros y compañeras», escribió, diciendo que los medios deberían preguntarse qué han hecho para mejorar los sueldos y condición de trabajo de sus periodistas.
Marcos dijo que la rebelión en sí es motivo suficiente para celebrar.
«Porque la rebeldía, amigos y enemigos, no es patrimonio exclusivo de los neozapatistas. Lo es de la humanidad. Y eso es algo que hay que celebrar. En todas partes, todos los días y a todas horas. Porque la rebeldía es también una celebración».
Algunos observadores advierten que el México de hoy tiene muchas semejanzas con el de 1994. El levantamiento zapatista ocurrió el mismo día que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entró en vigor. El acuerdo comercial, al que la izquierda se opuso con vehemencia, abrió el mercado mexicano a los bienes estadounidenses.
Este año, México aprobó otra gran apertura: la reforma energética que permitirá a las firmas privadas y extranjeras perforar en busca de petróleo en México. Eso enfureció y frustró a la izquierda mexicana.
«El ambiente de victoria que se respira hoy en el priísmo y el panismo evoca el que se vivía a finales de 1993 en vísperas de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio», señaló el columnista Carlos Loret de Mola. Con la derrota de la izquierda en el Congreso en el debate de la reforma energética, «se abren mayores espacios para quienes apuestan a la vía armada», escribió.