Hoy se cumple medio siglo del levantamiento del 13 de noviembre de 1960, del cual se considera el germen del conflicto armado interno; incluso, algunos historiadores insisten en señalar esta fecha como el inicio de la guerra, idea que se ha generalizado, puesto que se dice que el período bélico duró 36 años.
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Sin embargo, para quienes estuvieron involucrados en este levantamiento, esto sólo es una simplificación de la historia de la guerra, ya que en ningún momento los oficiales de aquel lejano noviembre de 1960, tenían en mente iniciar una época de confrontación.
Sin duda alguna, este es uno de los sucesos de nuestra historia nacional que se pueden señalar como hitos que sirvieron de puntos de inflexión; sin embargo, poco o casi nada se sabe de aquel suceso, el cual es calificado como «nacionalista» por Francisco Orellana y Ricardo Cordón, que participaron en los hechos de ese 13 de noviembre.
ANTECEDENTES
Una parte de los historiadores refiere el 13 de noviembre de 1960 como el inicio de la lucha armada interna. Sin embargo, lo sucedido ahí todavía tiene nubarrones que no permiten ver con claridad.
Orellana y Cordón coinciden en que los oficiales, sobre todo los más jóvenes, en su vida en los cuarteles, tenían las habituales conversaciones -como seguramente se darán hoy día- sobre la situación nacional. Y es que los militares también son habitantes de este país, por lo tanto son afectos a lo que ocurre a nivel político.
Sin embargo, la época era muy difícil. Con Ydígoras Fuentes como presidente de la República, había mucha represión y corrupción, y no había señales de cambio. En ese contexto, algunos oficiales -que se sorprendían por la coincidencia entre ellos de querer un país mejor- empezaban a formar grupos en los cuales debatían un proyecto de Nación.
Resultaría anacrónico decir que ese proyecto se alumbraba desde una óptica comunista, ya que para la década de los sesenta, esta ideología no hacía mella en el país. El Partido Guatemalteco de Trabajo permanecía en la clandestinidad y sin mucha fuerza.
El proyecto, entonces, de «Los Juramentados» -como se denominan a los que estaban incluidos en este movimiento- era nacionalista, con el objetivo de sanar al país, ante la rampante corrupción.
Este movimiento se realizaba dentro de un clima tenso. «De 1954 a 1960, después del inicio del gobierno liberacionista del coronel Carlos Castillo Armas y posteriormente el general Ydígoras Fuentes, se vivía en Guatemala una psicosis de temor y delaciones, que impedía a la población manifestarse abiertamente, lo que no permitía al pueblo conocer de muchos de los desmanes que se cometían a nivel gubernamental», refieren Cordón y Orellana.
Es por ello que resulta más meritorio que el movimiento de los Juramentados se mantuviera en secreto, sin que las autoridades lo sospecharan. La disciplina militar y el compañerismo entre el grupo, sirvió como una fuerte cohesión para no permitir que el movimiento se conociera antes.
Evidentes indicios de corrupción en el gobierno de Ydígoras Fuentes, motivaba más el rechazo entre los Juramentados, y el deseo de limpiar al país de este mal.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana, en enero de 1959, la correlación de fuerzas internacionales presionó aún más al país. El gobierno de Ydígoras había autorizado el ingreso de disidentes cubanos para ser entrenados en Guatemala, y así apoyarlos en un movimiento para derrocar a Fidel Castro y sus compañeros.
Por parte de los oficiales del Ejército, sobre todo los más jóvenes, esto era inaceptable y representaba la pérdida de soberanía. Incluso, algunos militares habrían sido obligados o engañados para que adiestrara a los disidentes cubanos, en la llamada Finca Helvetia.
Estos hechos, además de la corrupción y el incendio en el manicomio -donde habrían muerto entre 85 y 100 personas carbonizadas-, provocaba el repudio entre los jóvenes oficiales.
VíSPERAS DE UN MOVIMIENTO FALLIDO
De acuerdo con el relato de Francisco Orellana y Ricardo Cordón, no había una fecha específica para iniciar con el proyecto nacionalista, que iniciaría con tomar el control del Gobierno. A veces se hablaba, refieren, de que el 31 de diciembre de anteriores años, podría ser el Día D, pero ello nunca se dio.
El Movimiento de los Juramentados (llamados así porque habrían firmado una carta de compromiso) no pudo mantenerse por más tiempo oculto de los espías de Ydígoras Fuentes y de sus temibles «hombres fuertes», como es el caso de Ranulfo González, más conocido como «Siete Litros», el sanguinario jefe policial del Gobierno.
Las voces y rumores se empezaban a salir de control, lo cual se conjugaba con la desesperación de los oficiales que perdían la paciencia al ver al país en manos de corruptos.
Así que para el 12 de noviembre de 1960, algunos miembros del Movimiento creían que ya habían sido descubiertos, por lo que creían que era el momento de actuar, a pesar de que no existía la coordinación. Al paso del tiempo, dicen los entrevistados, han logrado saber que algunos de los Juramentados ni siquiera sabían del levantamiento, así como que el Gobierno central no estaba enterado del todo sobre el Movimiento.
TRAS EL SUCESO
El 13 de noviembre de 1960, los sucesos se precipitaron sin una verdadera coordinación. Sin embargo, la presunción de haber sido ya descubiertos, hizo que se tuviera que actuar, sobre todo por el temor de una represión sanguinaria del Gobierno.
«Posteriormente a la toma del Cuartel General (hoy Matamoros) y simultáneamente la Base Militar de Zacapa y Base Militar de Puerto Barrios, la que fuera el primer lugar donde la aviación cubana estacionada en la finca La Helvetia, bombardeó a media mañana del día 13. Cabe resaltar aquí el acto de Valentía del teniente coronel (Augusto Vidal) Loarca al haber tratado de rechazar el ataque de la aviación desde la azotea de la sede del comando militar, con una ametralladora terrestre. Durante ese día y los dos subsiguientes se incrementaron los ataques aéreos y se inició la movilización de las fuerzas de tierra, lo que obligó a los oficiales sublevados a replegarse a las montañas con Honduras y El Salvador, hacia donde finalmente fueron a asilarse», narran.
Los meses siguientes se vivieron en el exilio, repartidos entre Honduras y El Salvador, con reuniones habituales de los Juramentados. Sin embargo, la persecución del Gobierno de Ydígoras fue desmedida, a tal punto que un afiche haciendo un «llamamiento al pueblo honrado de Guatemala», pedía información sobre el paradero de los denominados por el Gobierno como «conspiradores contra el régimen constitucional e instituciones democráticas», ofreciendo la remuneración de mil quetzales, una cifra astronómica para la época.
En total, fueron 40 los señalados en dicho afiche, aunque los entrevistados refieren a 43 personas las que sufrieron la persecución.
«NO FUE UN CUARTELAZO»
Tanto Cordón como Orellana insisten en que el Movimiento 13-Nov, no fue un «vulgar cuartelazo», sino que era un movimiento nacionalista que buscaba recuperar el país, el cual estaba dominado por un gobierno corrupto.
De hecho, aunque el movimiento surge en los cuarteles, no solo había militares involucrados. Manuel Colom y Oscar de León Aragón, civiles los dos, tenían alguna relación con los Juramentados.
Sin embargo, como han revelado casi todas las fuentes, ninguno de los Juramentados tuvo como objetivo dar inicio con una larga guerra. Por el contrario, se pretendía tomar deponer al presidente Ydígoras, considerado como la principal fuente de corrupción del país, e iniciar, tras la destitución, un proyecto de Nación, el cual había sido diseñado extensamente en esas tertulias en los cuarteles.
De esa cuenta, pues, las entrevistas niegan que haya un vínculo entre el M13-Nov, y el inicio de la lucha armada, tal como se ha pretendido enlazar.
La confusión, según Cordón y Orellana, se debe a que algunos de los Juramentados modificaron su modo de pensar, y abandonaron ese «Proyecto Nacionalista», y se fueron enganchando a movimientos de la extrema izquierda. La fusión entre ambas corrientes dio como resultado el inicio de la guerra interna, lo cual sucedería hasta dos o tres años después.
Los nombres más visibles de este enlace entre el 13 de noviembre y la guerra interna, son Marco Antonio Yon Sosa, alias «el Chino», y Luis Augusto «la Seca» Turcios Lima, entre otros.
Sin embargo, Cordón y Orellana señalan que ni Yon ni Turcios eran los líderes del Movimiento de noviembre. En cambio, reconocen este liderazgo en el coronel Roberto Castillo, el teniente coronel Eduardo Llerena Muller, y el teniente coronel Ismael Meneses Hernández, quien también fuera médico. Estos tres deben ser reconocidos como los verdaderos líderes de aquel movimiento nacionalista.
Aí‘OS DIFíCILES
Tras los sucesos de 1960, hubo años en el exilio; los Juramentados vieron cómo algunos de sus compañeros radicalizaron la lucha e iniciaron movimientos de guerra de guerrillas, para lo cual la mayoría de los oficiales nunca estuvieron de acuerdo.
Tras retornar del exilio, también hubo confusiones, señalando a los ahora ex oficiales como «comunistas», siendo este calificativo, en aquel tiempo, una forma peyorativa de nominar a las personas.
Entre 1960 y el 2010, ya se ha recorrido medio siglo de vida política. Se inició y se concluyó una guerra interna. Pero, ante la pregunta: ¿cómo ven la situación actual?, los rostros de Orellana y Cordón se mostraron más rígidos. Callaron por unos segundos.
Y es que la situación de hace medio siglo, quizá con evidentes diferencias, puede resumirse de igual forma. En el panorama aún se visualiza mucha corrupción, violencia extrema y sin un proyecto de Nación.
¿Podría surgir otro movimiento similar al de hace 50 años? Esa podría ser la verdadera cuestión, ya que el país y su historia reciente han permanecido sedientos de liderazgos y de proyectos de Nación, tales como los que pretendían los Juramentados que debieron precipitar los sucesos en aquel ya lejano 13 de noviembre de 1960.