El mito de Sí­sifo



El teatro del absurdo es un término que acuñó el crí­tico Martin Esslin, quien lo convirtió en tí­tulo de un libro de 1962 sobre la materia. Esslin consideró que los dramaturgos absurdos daban expresión artí­stica al concepto filosófico de Albert Camus, expuesto en su libro «El mito de Sí­sifo», que en términos generales lo explica así­:

«Los dioses habí­an condenado a Sí­sifo a rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volverí­a a caer por su propio peso. Habí­an pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.

Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida.

Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sí­sifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo.

Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.

Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿ En qué consistirí­a, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los dí­as de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sí­sifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso.»