El misterio del nombre


Las autoridades de la alcaldí­a de Guatemala (las últimas que han habido) han tenido problema desde siempre para poner nombre a sus construcciones, al punto que uno se pregunta si no se devanarán los sesos pensando, dilucidando, intuyendo y tratando de encontrar un nombre «ad hoc» a las exiguas obras que con mucha dificultad a la ciudadaní­a terminan edificando.

Eduardo Blandón

Ahora recuerdo que hace años, por ejemplo, los seguidores siempre serviles que rodean a esos personajes, tuvieron la idea de bautizar un puente en Villa Nueva con el nombre de Fritz Garcí­a-Gallont.  Son geniales, ocurrentes y con mucha chispa para nombrar sus construcciones.  El brí­o de los seguidores de los autócratas llega al punto de reconocer que no hay forma mejor de quedar bien con ellos que inmortalizándolos en una obra de cemento.

 

Uno puede pensar que a estos reyezuelos que lo tienen aparentemente todo, les falta todaví­a la gloria de la posteridad, por eso se apresuran a calcular la reacción de la gente con nombres que pueden causar escándalo.  No me extraña que la lógica de los seguidores del sabio de la Loba, funcione así­: «si pasa el nombre de Jorge Ubico, ¿por qué no puede hacerlo el de don ílvaro amigo?».  Y así­, no se asombre si los concejales al uní­sono, generosos y gamonales, bauticen la próxima plancha de cemento o asfalto como: «ílvaro Arzú Irigoyen».

 

Ya se ve que a esos dioses no les bastan los adoradores, que dentro de la alcaldí­a, como dice el Evangelio de los demonios, son turba.  Ni los colma el incienso que perfumado y generoso elevan los medios de comunicación (la mayorí­a) por medio de ví­tores, alabanzas y ví­tores.  Ni estiman los oí­dos prestos de los siervos pendientes siempre de hacer la voluntad del amo.  El corazón humano de esos dioses es implacable, por eso reclaman eternidad, imágenes, candelas, cantos, nombre, bustos, estatuas, que los recuerden para siempre, «per in secula seculorum».

 

O sea, llamar a un viaducto Jorge Ubico, es sólo el aviso, la llamada de atención, un guiño, la sed de infinito del Alcalde.  Es Juan el Bautista preparando el camino al Señor (que es él).  Tras la aparente metida de pata, hay un reclamo que si sus seguidores fueran inteligentes, apreciarí­an para cumplir el anhelo del amo, el deseo oculto del rey, el misterio cada vez más claro y muy humano puesto ahora en evidencia.

 

Todo esto es virtud en el actual Alcalde de Guatemala porque revela sinceridad, falta de doblez ni fintas.  í‰l ha sido claro en su voluntad: «asumo la responsabilidad del nombre de la obra».  Su propuesta es la forma cómo el Alcalde nos educa a través de una imagen, un í­cono, paradigma o prototipo.  Jorge Ubico se convierte en un personaje a imitar y seguir, deberí­amos mimetizarnos y asumir las virtudes de un personaje a toda luz, según el Alcalde, ejemplar.

 

Estaré pendiente a lo que diga el Alcalde de la ciudad sobre el personaje porque me urge en explicar a mis hijos las cualidades descubiertas por el genio del paso a desnivel.  Â