Es obvio que Arena se jugó la carta del miedo al querer revertir la ventaja que llevaba el FMLN en El Salvador y lo hizo provocando una mayor radicalización en las posturas políticas en el vecino país, advirtiendo a la población que el triunfo de los izquierdistas aniquilaría los valores básicos de la sociedad y que Venezuela y Cuba serían una babucha en comparación con lo que Funes haría si lograra ganar la Presidencia. El tono de la campaña fue sumamente agrio y de hecho puede decirse que terminó reduciendo a mínimos la distancia que había llegado a ser de más de diez puntos porcentuales.
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Pero pasadas las elecciones, la carta del miedo se convierte en una carta contra los intereses nacionales, porque indudablemente en tiempos de crisis hace falta la unidad para superar problemas y es evidente que la derecha de El Salvador siente de manera muy profunda los miedos que fueron exacerbados durante la campaña para lograr la polarización que puede causar profundas divisiones en el país.
Toda sociedad presenta diferencias ideológicas importantes entre los grupos de izquierda y derecha, pero aquellas que no logran limitar las diferencias al plano puramente electoral y las arrastran a la vida democrática diaria para explotar la polarización se condenan a pagar un alto precio por esa confrontación. Uno pensaría que superada la etapa de lucha electoral, los salvadoreños debieran deponer sus posiciones ideológicas para iniciar una etapa de ejercicio democrático en la que se acepta la decisión de la mayoría y se unen esfuerzos para lograr los objetivos nacionales. En buena medida la izquierda salvadoreña adoptó una postura así durante los anteriores períodos consecutivos en los que Arena ejerció el poder, haciendo una oposición que puede considerarse dentro del marco de cualquier proceso político civilizado.
Sin embargo, da la impresión de que la derecha no está en la misma línea y que buena parte de sus principales dirigentes, que también lo son del sector empresarial, apostarán por complicar las cosas al gobierno de izquierda mediante un masivo retiro de capitales que reduzca la capacidad de maniobra del nuevo gobierno justo cuando se empieza a sentir el impacto de la crisis económica. Escuchando a algunos salvadoreños totalmente radicalizados uno se da cuenta que es mucho más importante para ellos el tema ideológico que los intereses del país y ya dicen que durante la guerra trasladaron su capital al extranjero, en cuenta a Guatemala, y que nuevamente harán lo mismo porque no se arriesgarán a que Funes y la gente del FMLN vayan a iniciar una política de expropiaciones o de reformas fiscales que incluyan impuestos que sean confiscatorios.
Para el presidente electo será crucial tender puentes de comunicación con los sectores empresariales para darles la tranquilidad necesaria para impedir una estampida que en las condiciones económicas actuales sería funesta para el país y para su gobierno. La madurez democrática demandaría que tras una elección reñida como la actual, se permita a las instituciones desempeñar su papel, sobre todo viendo que el partido de gobierno no tendrá mayoría parlamentaria, pero no puede descartarse el temor de que el factor miedo siga siendo manipulado por la derecha ahora que se conoce el resultado electoral para complicarle la vida al futuro gobierno, aunque ello pueda ser una especie de suicido económico.