La población, por regla general, no entra a discutir los ofrecimientos que cada cuatro años les proporcionan los candidatos a la Presidencia de la República; el discurso del demagogo -además de ignorar por completo la realidad- parece estar vinculado con la retórica y los altos decibeles llevados al extremo con la ayuda de los aparatos modernos de sonido.
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El discurso demagógico posee una serie de características en su contenido: a) Afirma poseer la solución a todos los problemas; b) Exalta a quien lo pronuncia con el fin de mostrarlo como una suerte de líder providencial, alguien que puede salvar a la sociedad; c) Es el espejo y el intérprete definitivo de la «verdad»; d) Alienta el odio entre las clases o grupos que forman la sociedad; e) Promueve la movilización constante como un sustituto de la reflexión constante; f) Desprecia el orden legal existente con el argumento de hacer justicia; g) Cancela la posibilidad de disentir y; h) Ofrece recompensas inmediatas (Planes de los 100 días)
Un discurso con estas características es aceptado por la mayoría de los ciudadanos, quienes no están dispuestos a razonar, sino a sentir y pagar con su voto por el cumplimiento de sus deseos, por lo cual se niegan a asumir el riesgo de su libertad y optan por el paraíso ofrecido por los demagogos sin oponer la más mínima resistencia. El demagogo es el creador del mundo en el que desean vivir.
En los casos de «religión política» y «demagogia» los hombres masa desempeñan un papel muy importante para la clase política; pues se supone que son un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más sobre unas cuantas y pobres ideas y por lo tanto es idéntico de un lugar a otro del país. Es el hombre vaciado de su propia historia, sin entrañas del pasado y por lo mismo, dócil a toda clase de ofrecimientos demagógicos; cree que solo tiene derechos y no cree que tenga obligaciones.
Una vez en el poder, los demagogos de turno, olvidan sus promesas y el hombre masa principia a dudar sobre la verdad de lo ofrecido; su vida sigue igual sin cambios, sin aumento salarial y el alto coste de la vida obliga a la retirada de los niños del colegio para que contribuyan al sostén familiar. En caso de haber perdido el trabajo, no se convierten en una carga pública, pues en Guatemala no se cuenta con un seguro por paro, sin embargo se generan grandes costes sociales manifestados en las peores formas, en la violencia urbana, más delincuencia y perturbaciones sociales y políticas.
La democratización del miedo es una acción política que consiste en presentar a la población de forma hipotética, las consecuencias de confiar su voto a los adversarios políticos ya que traería como consecuencia un estancamiento social y menos desarrollo productivo.