¿Debido a qué no gustó Dios de la ofrenda que le hiciera Caín, y en cambio prefirió la de Abel, en obvio escamoteo o discriminación al primogénito de Adán y Eva? ¿Acaso no valían igual ambas ofrendas a los sabios y ecuánimes ojos de Yavé?
Antiguo, ubicuo y enraizado en el corazón humano está el mezquino arte de escamotear, “suprimir de forma intencionada o arbitraria”, “hacer desaparecer algo sin que nadie se dé cuenta”, birlar, quitar sin violencia y con astucia, en secreto o a escondidas; y por extensión, discriminar, en el sentido de considerar a alguien pernicioso, indeseable, peligroso, subversivo, indigno de ser tomado en cuenta, rara avis, “no de los nuestros”, contestatario, revisionista, cuestionador de convencionalismos, lo establecido y las solemnidades instituidas, oveja negra, en dos palabras.
El innombrable escamoteador niega, ningunea, excluye, aparta, entierra… Encuentra o tiene a la mano recursos para bloquear, desviar, invisibilizar a su escamoteado. (Busca que el otro, el excluido, también se autoanule, que se crea menos, pierda toda esperanza, acabe por tirar la toalla (si la hubiere) o suicidarse metafísicamente…)
El escamoteador delata su mediocridad, envidia embozada, cobardía interpolada… ¿Hay una patología secreta del escamoteador? En la psicología del birlador asoma a lentas contracciones su alma mezquina y negadora. Un personaje interesante después (y antes) de todo.
Envidia, rencor, venganza a plazos, los pasos perdidos del escamoteador. Negando al otro cree afirmarse. Y casi siempre deja sus huellas difusas, pistas incógnitas, para hacer el retrato robot de su sombra al rojo vivo.
El que mete su mano escondida para alterar el guión o el argumento de sobria sociabilidad de su escamoteado, cuya biografía, digamos, ignora. El escamoteo es un afilado ejercicio de matar y dejar con vida. Velada rama masoquista de alguna estética sin ética. Pero bueno. (Persevere in perversere, en latín del siglo XXI.)
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CUADROS DE (EN) PARTIDOS POLÍTICOS. Ante la presunción de que los partidos políticos no tienen cuadros, me tomé la molestia de visitar varios de dichos antros y ante mi sorpresa pude verificar que sí, que casi todos poseen cuadros, sobre todo de pintores nacionales, enmarcados y colocados en las sucias paredes. Eso sí, son cuadros decorativos, de pésimo gusto, jicaristas que decía Cardoza y Aragón, que nunca consideraría Juan B. Juárez, por ejemplo. Y por el contrario, cabe suponer que en las mansiones y palacetes de los caciques de partidos políticos tienen cuadros de Ixquiac Xicará, Elmar Rojas, Recinos, Quiroa, Cabrera, Abularach, Mérida, Ossaaye, etcétera.