Vicente Fox Quesada terminó con los 70 años de dictadura de un partido. La reciente represión en Oaxaca y las detenciones masivas en mayo de este año, en Atenco y Texcoco, en las afueras de la ciudad de México, mostraron que su régimen derivó al autoritarismo. En las calles se impone la brutalidad policíaca, mientras el entorno del poder lo resguarda el ejército. El insólito acto de transmisión de mando, realizado en privado a la medianoche del jueves anterior, estuvo marcado por la presencia militar. Fue una demostración de debilidad y una amenaza de fuerza, lo que explica que en la anunciada «austeridad» calderonista de recortar los sueldos en el sector público se excluyó a los aparatos de seguridad. En la ceremonia nocturna en Los Pinos, Fox no entregó la banda presidencial al presidente del Congreso, sino la depositó en manos de un cadete. El simbolismo es indubitable: Felipe Calderón Hinojosa gobernará bajo custodia castrense.
Tras el atropellado acto de protesta en el palacio legislativo de San Lázaro, Calderón dirigió su primer mensaje a la nación en el Auditorio Nacional. Agradeció a tres cuerpos que hicieron posible su toma de posesión: los legisladores de su partido, los parlamentarios priístas y las fuerzas armadas. El verdadero autor del espectáculo sucesorio fue el aparato mediático, que durante este año lo ha respaldado con parcialidad manifiesta.
En México hay policías, soldados y paramilitares a granel, pero, no serán suficientes para contener la masa crítica de millones de personas que no reconocen la legitimidad del nuevo régimen. Es muy probable que se mantenga la confrontación entre quienes imponen desde arriba y los de abajo. Los primeros son los empresarios sin fronteras, los políticos de servidumbre y los dueños de la prensa. Los segundos son los que valen, aquellos que constituyen el México profundo, los resistentes al imperialismo, que crearon una cultura de solidaridad y albergaron a todos los perseguidos para convertir al vecino del norte en la «madre cordial de los asilos».
El nuevo régimen amenaza con abrirse camino con palos y pistolas. Será un sexenio convulso. El día en que millones de personas se levanten, todas al mismo tiempo, vencerán a los poderosos que han creado a dos adversarios por cada persona que han encarcelado, tres por cada persona que han asesinado. Desde esta pequeña esquina, ofrezco tomar el pulso y aprender del país de primera categoría, el México de abajo, el mejor México, que enseñó al mundo una nueva forma de luchar.
Mi voz es mínima, pero confío en que, poco a poco, muchos enfrentemos a los pulpos mediáticos que controlan a nuestros países y evitemos la propagación de la consigna de que toda la esperanza está perdida. Empecemos por escuchar el sonido proveniente de lo hondo de la tierra mexicana: lograron el continuismo, pero no crearán otra dictadura.