No estamos acostumbrados en Guatemala a entender el significado del mandato que se otorga en las urnas a los políticos, y tanto ellos como el ciudadano entienden que se le extiende a las autoridades un cheque en blanco para que durante cuatro años hagan lo que les dé la gana y se comporten como si fueran dueños del país o estuvieran al frente de una monarquía.
En la democracia, el poder soberano del pueblo se delega en las autoridades que son electas para cumplir con el mandato popular. El mandato no es simplemente “hágase cargo de la cosa pública”, sino que es la instrucción precisa de lo que tiene que ejecutar quien resulte electo con base en los ofrecimientos de campaña. El primer mandatario de una nación no es quien más manda, sino quien tiene que ejecutar y cumplir el mandato esencial, el más importante en esa delegación de poder que hace el pueblo soberano.
En Guatemala andamos perdidos en cuanto a concepción de la democracia y por ello es que aquí nadie siente ninguna obligación de cumplir con nada, salvo con los financistas que sí dejan bien claro para qué están poniendo el pisto y cómo lo tienen que recuperar. El resto, el voto que es el generador del mandato más importante y esencial, se lo pasan todos por el arco del triunfo y el elector jamás exige que se le cumpla.
Hoy estamos frente a una nueva situación en la que se ofrece un compromiso claro de campaña, que no deja lugar a dudas, y no se cumple. Igual hizo Colom cuando sintió que con la propuesta de mano dura se lo estaba comiendo Pérez Molina, y propuso combatir la violencia con inteligencia. Aunque no era de esa inteligencia de la que hablaba, terminó demostrándose como uno de los gobernantes más burros que hemos tenido y de inteligencia no tuvo nunca la menor idea.
Ya entonces el mandato tuvo que ver con la violencia e inseguridad y fue ampliamente ratificado el mismo mandato en las últimas elecciones. Al ver que la propuesta de Colom no sirvió para un carajo, la gente aceptó la de la mano dura como respuesta a la criminalidad, pero el resultado ha sido patético porque lejos de que haya avances significativos, lo que hemos presenciado es una escalada en la brutalidad de los crímenes. La cacareada reducción del índice de violencia fue imperceptible en términos reales y la sensación de inseguridad sigue siendo muy alta.
Nuestros políticos no aprenden lo que es el mandato y los ciudadanos por lo visto tampoco, porque no se exige ni se presiona.
Minutero
No entendemos que al votar
extendemos un mandato;
no para que pasen el rato
dedicados a gozar