El magisterio


Pocas cosas son realmente históricas en el paí­s, aunque nuestros gobernantes sean muy dados a decir que cualquier cosa que hacen ellos o dicen cobra tal dimensión. Sin embargo, hay que decir que el hecho de haber firmado un Pacto Colectivo de Condiciones de Trabajo entre el Ministerio de Educación y los maestros organizados en distintos sindicatos sí­ es un hecho que sienta precedente, sobre todo porque abre la puerta a la verdadera dignificación de los mentores que están llamados a jugar un papel determinante en la construcción de nuestra Nación.


No se trata simplemente de un acuerdo salarial, como podrí­a suponerse, sino que apunta también a otorgar a los educadores otras ventajas no económicas que significan, cabalmente, la dignificación gremial por la que tanto se ha luchado a lo largo de muchos años. Y por supuesto que tras la firma de un pacto colectivo de tal dimensión, será mayor la presión para que todos los maestros del paí­s ingresen al rubro de personal presupuestado del Ministerio, puesto que serán ellos quienes tengan acceso a esos beneficios y quienes trabajan por contrato no gozarán de ellos en igualdad de condiciones.

Esto pone fin, definitivamente, al esfuerzo iniciado a finales de los años noventa para privatizar paulatinamente la educación en el paí­s al trasladar a fundaciones privadas no sólo el control del sistema, sino que además millonarias sumas que fueron manejadas sin rendición de cuentas. Se ha criticado mucho al Gobierno por la actitud complaciente que ha tenido con la dirigencia sindical del magisterio y hasta ha salido a relucir el tema del parentesco entre el abogado asesor del mayor sindicato de maestros y la esposa del Presidente, pero hay que recordar que este pacto ha sido negociado durante muchos años y varios gobiernos, por lo que no se puede decir que el acuerdo sea únicamente producto de influencias de ese tipo.

En el gobierno anterior, por la evidente tendencia antisindical de las autoridades, que trataron por todos los medios de destruir la organización y que quisieron dar pasos más grandes para privatizar la educación, no se quiso firmar el Pacto Colectivo.

El punto es que los maestros son las personas a quienes confiamos a nuestros hijos para su formación y pese a que les entregamos lo más valioso que tenemos, no queremos reconocer la dignidad del maestro y que un trabajo de tal envergadura requiere de reconocimiento que debe traducirse en un salario decente y en prestaciones adecuadas. Viendo las cosas en su justa dimensión, más y mejores guatemaltecos querrán ser maestros luego de este Pacto Colectivo y con ello nuestro sistema educativo puede nutrirse de mejores elementos. Tomará su tiempo alcanzar la excelencia, pero se ha dado ya el primer paso para hacer atractivo el trabajo para muchos jóvenes.