El maestro



Aparte de los padres, quienes desde los primeros alientos de vida y hasta el final de la existencia constituyen el pilar de la formación de los hijos, los maestros constituyen las influencias más importantes en el ser humano al participar del proceso de educación para dotar al ser humano de las herramientas adecuadas para vivir. En Guatemala celebramos hoy el Dí­a del Maestro como una forma de rendir homenaje a ese gremio profesional no siempre bien respetado y mucho menos valorado, recordando además la vocación cí­vica del magisterio expresada en forma extrema por la muerte de la maestra Marí­a Chinchilla cuando participaba en una manifestación contra la dictadura de Jorge Ubico y clamando por la democracia en nuestro paí­s.

El hecho de que se seleccionara el dí­a del asesinato de Marí­a Chinchilla como el propio para celebrar el Dí­a del Maestro implica un reconocimiento a esa dual función de los educadores que, por vocación y naturaleza, no sólo son formadores de nuevas generaciones, sino activos en la vida ciudadana para ser ejemplo de civismo, de la práctica de una vida responsable con la sociedad.

En los últimos tiempos hemos visto cómo en el marco de una confrontación con tinte ideológico, las autoridades educativas del paí­s han mostrado no sólo intransigencia sino irrespeto a la posición y dignidad del magisterio, lo cual en el fondo es un reflejo de la poca importancia que le asignamos los guatemaltecos a la educación como piedra angular de nuestro desarrollo. El maestro no es valorado en su justa dimensión y algunos de los mensajes que hoy se publican constituyen evidentes expresiones del diente al labio, puesto que quienes tendrí­an en su mano tomar acciones para emprender una mayor dignificación del magisterio no lo hacen y pasan por alto sus obligaciones. Empeñados como están en propagar un dogma ideológico y de impulsar polí­ticas que destruyan al magisterio como bloque, no obstante la enorme importancia que ese gremio ha tenido en el proceso de construcción del poco civismo que hay en el paí­s, sus felicitaciones tienen sonido hueco.

El maestro en Guatemala tiene que realizar su trabajo en condiciones adversas por lo general, tanto por su poca remuneración económica, en términos de la responsabilidad que le asignamos los padres de familia, como por la escasa valoración social para ese oficio. Y ahora que los partidos polí­ticos se disputan el poder, serí­a bueno que en materia de educación pusieran al alumno y al maestro como centro de todo programa de acción, dejando atrás esa tendencia a ideologizar el tema con el propósito de seguir promoviendo la reducción del Estado en cuestiones tan importantes como la formación de las nuevas generaciones. Felicitar al maestro es bueno, pero dignificarlo y respetarlo es mucho más importante.