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El Real Madrid jugará por primera vez en su estadio después de la eliminación de Champions en su objetivo -el único que le queda- de proclamarse campeón de Liga ante un Sporting que ya fue capaz de frenar en el encuentro de ida a los hombres de Manuel Pellegrini. El Madrid ya demostró en Valladolid que ha superado el varapalo europeo. Sin embargo, habrá que comprobar si la afición ha olvidado ya lo ocurrido el Champions y le muestra todo su apoyo para lograr el título de Liga, algo que se antoja esencial para ganar todo lo que les queda en casa.
De momento, los blancos sí se muestran infranqueables en el Bernabéu en el campeonato doméstico. Llevan un pleno de victorias (13) y no quieren que se rompa tal idilio antes del encuentro decisivo del próximo 10 de abril ante el Barcelona. Para ello, Pellegrini no le dará muchas vueltas. El chileno pretende sacar de inicio a los mismos que respondieron con creces en Pucela (1-4). Eso quiere decir que Guti volverá a ser suplente y que Van der Vaart le gana la partida por la vacante que deja el lesionado Kaká. El holandés jugará de nuevo en el Bernabéu, donde fue el héroe contra el Sevilla y lo hará contra el equipo al que el año pasado le hizo un «hat-trick».
También queda claro que Pellegrini quiere que Granero acompañe a Xabi Alonso y Lass. El canterano parace haber recuperado la confianza del técnico. Arriba, lógicamente, estarán los dos máximos goleadores del equipo, autores de los últimos cinco goles del equipo, Cristiano Ronaldo e Higuaín. En defensa se mantienen Ramos y Albiol en el centro de la defensa y Arbeloa y Marcelo en los laterales, quienes tendrán como refuerzo en el banquillo al canterano Marcos Alonso, quien vuelve a una convocatoria del primer equipo con el sueño de poder debutar.
SPORTING
Por su parte, el Sporting llega instaurado en la zona media de la tabla, pero con ganas de reencontrarse con la victoria y con el gol, ya que llevan dos partidos sin ganar y sin poder hacer ni un tanto. Manolo Preciado está obsesionado con parar a CR9, al que ve como la gran amenaza de su equipo, y por eso aún no sabe qué defensa sacará en el Bernabéu.
El técnico ensayó esta semana con Sastre de lateral derecho y Lora, otro lateral, como centrocampista por la misma banda con el objetivo de tratar de frenar a Cristiano Ronaldo. Mientras, la vuelta de Gregory al centro de la defensa se antoja fundamental. Lo que es seguro es que los jugadores que jueguen el coliseo blanco no estarán solos: unos 5.000 aficionados se desplazarán hasta la capital de España para animar a su equipo.
BARCELONA
En la puerta de Can Culleretes, el restaurante más antiguo de Barcelona, fundado en 1786, mientras los clientes salían a fumarse un cigarro entre plato y plato, se hablaba ayer de Touré. Y de Henry. No tanto de Iniesta, aunque también tuvo su influencia en el partido que clasificó al Barcelona para los cuartos de final de la Copa de Europa, ni de Alves, que pensó más en cerrar su propio campo porque para abrir el contrario, defendido por el Stuttgart, ya estaba Pedro, un extremo de verdad, auténtico paradigma del juego de ataque de Pep Guardiola.
Tampoco se dio mucha bola en la calle al partidazo de Piqué o el de Puyol, que confirmaron que son una pareja muy completa y que se coordinan muy bien, seguramente por la misma razón que de Messi ya no hay mucho que hablar: es el mejor, juegue donde juegue. No; ayer, en la calle D»en Quintana, en el corazón de Barcelona, y seguramente en la mayoría de las tertulias, se hablaba de Touré porque andaba desaparecido y de Henry por tres cuartas partes de lo mismo.
Txiki Begiristain, máximo responsable deportivo del Barí§a, lo dejó claro ya en el descanso: «Con Titi Henry somos uno más». Le contradijo el francés: «Sólo somos uno más cuando juega Messi». Tampoco le falta razón. El caso es que juntos mezclan como nunca. «Siempre han estado con nosotros», resumió Puyol, ejerciendo de capitán. Pero lo cierto es que la realidad difiere de su visión hasta el punto de que todos en el Camp Nou la entienden, pero la dan por oportuna antes que por cierta.
Touré ha jugado 21 encuentros como titular y no es, ni de largo, uno de los jugadores con más presencia en el equipo. Juega en su contra el ser eso que llaman un diésel al que le cuesta coger el tono porque necesita ritmo de partidos. No le ayuda tampoco el componente emocional ni le vino bien jugar la Copa de ífrica, en la que además ganó peso.
El africano compareció como interior cuando se le esperaba de mediocentro y mostró que su derroche de facultades es semejante a su infantil capacidad para enfurruñarse. «Es un animal, pero para jugar de pivote hay que estar muy atento y él, a veces, se despita. Tiene una arrancada y un despliegue físico que nos ayudan mucho. Pocos medios llegan con una arrancada como extremos. El año pasado nos dio mucho y le necesitamos», dice Guardiola.
El año pasado jugó donde quiso el entrenador, hasta de central en las finales, y en éste parece reclamar jugar donde le gusta. Guardiola le pidió el miércoles que se desenganchara de Busquets, que no jugaran paralelos, que se juntaran solo en el repliegue. Y funcionó. Fino, en su mejor forma, Touré es capital.
Aunque los dos venían de un silencio antiguo y muy largo, el caso de Henry es más complejo que el de Touré, consecuencia de lo que ha sido y de lo que es. Así que parece harina de otro costal. Si nunca se supo de qué diantres hablaron Guardiola y Henry el curso pasado, es probable que no se sepa de qué han hablado hace un mes para que no se sienta una rémora y se haya convertido en una suerte, ofreciéndose siempre, jugando más sin el balón que con él; jugando, al fin, como le gusta.
«Aún quiero más de Henry, pero estoy contento. Pretendo que nos dé más agresividad ante la portería y que juegue por la banda tan bien como en punta. No podemos conseguir nada si no están todos al mismo nivel», le reta Guardiola, obsesionado en sumar futbolistas a la causa y siempre convencido de que Chigrinski acabará por adaptarse y de que Márquez, como Bojan, ayudará en muchos momentos.
La cuestión es que a los dos, a Touré y Henry, les necesitaba Guardiola llegado al tramo decisivo del campeonato y a los dos los tiene. Habla mucho en su favor, porque remite a la gestión del vestuario y de los egos antes que a la pizarra. Le atormenta que sus jugadores no rindan porque vive instalado en la autoexigencia permanente y, a diferencia de ellos, se culpa antes de aferrarse a cualquier excusa. El técnico apostó por una plantilla corta y, por tanto, precisa de todos sus jugadores: también de Keita, ya recuperado, y de Xavi y Abidal, lesionados.
Y, por lo que parece, Guardiola se ha salido, de momento, con la suya. En Can Culleretes, donde de postre hay rebaja en las lionesas, se hablaba de Touré y Henry.