Esencia motivadora, florescencia impresionante y mucho más, adquiere a plenitud, en especial la jacaranda, objeto de que los seres humanos sientan gozo inconmensurable, tanto física como espiritualmente. Las iglesias difieren respecto a la muerte de Jesucristo. Pero en relación a la Cuaresma representan la cuarentena de días que el Señor sufrió hambre y sed, en el desierto.
Concluye la misma, siempre en medio de ritos especiales, el día sábado, cuando resucitó gloriosamente. A propósito, al decir del apóstol Pablo, “si no hubiera ocurrido, vana sería su pasión y muerte”. Significa esa elegía, solemnidad de la personalidad divina, evidenciada con aires sacrosantos que el Padre le había ungido, para después resucitar gloriosamente a la Mansión Celeste.
Reitero, que el lila de las jacarandas sobresale en medio del prodigio de la propia naturaleza; pese al descuido, más que todo, olvido, si no es su temprana lozanía. Propia de tonalidad extraordinaria, equivalente a los días que integran la Semana Santa, cuyo fin, de un tiempo a esta parte trastocada es con visos de playa, balnearios, consumismo y hartazgo febril de licores.
Nadie puede negar la exclusividad lila jacarandesca. Ornamentan el entorno con similar objetividad, diversas variedades, entre ellas: matilisguate y más, que conforman y enriquecen de color lila y similares exponentes del suelo ubérrimo y meditativo de Semana Santa. Conmemorada en el globo terrestre, conforme su lenguaje y secta religiosa con expresiones superlativas.
Sin desestimar lo atinente a la forma de sus cortejos procesionales, ricos de simbolismo, en el interior de las demás confesiones religiosas, todas merecedoras de profundo respeto y veneración; sustento auténtico de la libertad de cultos existentes. Reúnen en el interior y exterior, actos y expresiones conductuales a nivel de la muerte de Cristo Redentor, por los siglos.
El aparecimiento del famoso lila de especies anuales, son un remanso de paz y tranquilidad, cuando por todas las latitudes del universo se debaten en egoísmo, criminalidad desbordante; para muestra nuestro desacreditado suelo “paladión” que los propios hijos y naturaleza superior defienden con valor lleno de gloria, dignidad como valentía indomable aquí y allá. Y de nuevo cuando destacamos el lila extraordinario de la jacaranda, cuya alfombra ríe maravillosamente al pie y también los alrededores, dignos de exaltación.
Excusas sinceras, si dejamos pendiente de mencionar otras especies cuaresmales cuyo entorno llena de luz vegetal en extremo y propicia al momento de observación. Propenso a la respectiva meditación indispensable e imprescindible, con miras al destierro definitivo del crimen, carroña, y una larga lista de expresiones nefastas que saturan los cuatro puntos cardinales.
Que el lila especialmente de las gloriosas jacarandas, que engalanan el entorno paradisíaco no se extermine jamás de parques, caminos y jardines; que sus propietarios leguen a su descendencia tan afortunada costumbre valiosa, meritoria y con el calificativo educativo, a través de a quienes sea tramitada la simbólica estafeta, lejos de la inmisericorde destrucción.