El libre comercio es la mejor polí­tica


El fantasma del proteccionismo recorre el mundo, porque la crisis de EUA y de algunos paí­ses de la UE no se circunscribe a la guerra cambiaria sino se extiende a lo comercial. Esta es siempre una polí­tica peligrosa y poco inteligente, especialmente en tiempos como los presentes cuando hay amenazas con lastimar aún más a la economí­a mundial.

Mariano Rayo
Diputado Unionista

La premisa en la cual se basa el proteccionismo es la que dice que se alcanza la prosperidad nacional cuando el gobierno otorga poderes monopólicos a productores locales. El razonamiento económico de cientos de años, la experiencia histórica y los estudios empí­ricos, han demostrado que esa premisa está totalmente equivocada. El proteccionismo crea pobreza, no prosperidad. El proteccionismo de ninguna manera protege a la industria nacional ni el empleo a nivel local, más bien los destruye. El proteccionismo perjudica a la industria de exportación y a las industrias que dependen de las importaciones para la producción de sus bienes. Subir los precios del «maí­z» para así­ proteger a dicha industria, sube el costo de producción de alimentos y de otros productos hechos de maí­z. El proteccionismo es un juego de mediocres.

El hecho de que el proteccionismo destruye riqueza no es su peor consecuencia. El proteccionismo destruye la paz. Esta es justificación suficiente para que toda persona de buenas intenciones y partidaria de la civilización, vocifere en contra del nacionalismo económico; una ideologí­a de conflicto basada en la ignorancia y llevada a la práctica a través del proteccionismo.

Hace más de doscientos cincuenta años Montesquieu dijo «La paz es una consecuencia natural del intercambio comercial». Dos naciones que tengan diferencias se convierten en dependientes recí­procas si una de ellas está interesada en comprar y la otra en vender. Dicha unión se fundamenta en necesidades mutuas.

El producto más valioso del intercambio comercial es la paz. El libre intercambio promueve la paz, en parte uniendo a gente distinta en una cultura común del comercio -un proceso diario de aprender otras lenguas, normas sociales, leyes, expectativas, deseos y talentos.

El intercambio comercial promueve la paz al fomentar el desarrollo de relaciones con un mutuo sentido de cooperación y beneficio. Así­ como el intercambio comercial unifica los intereses económicos de Guatemala con El Salvador, de Chiquimula con Zacapa, de Centroamérica con México, el intercambio comercial también unifica los intereses económicos de la gente de todas las naciones que comercian unos con otros.

Una gran cantidad de investigación empí­rica prueba la premisa de que el comercio promueve la paz. Tal vez el ejemplo más trágico de lo que pasa cuando esta premisa es ignorada es la Segunda Guerra Mundial.

El comercio internacional se redujo en un 70% entre 1929 y 1932, en gran parte por la legislación arancelaria Smoot – Hawley y las represalias comerciales de otras naciones. El economista Martin Wolf comentó que «este colapso en el comercio fue un gran incentivo para la búsqueda de la autarquí­a y del expansionismo territorial (Lebensraum), más que nada para Alemania y Japón».

Muy pronto tuvieron lugar las guerras más espantosas y mortales de la historia humana.

Al disminuir las posibilidades de guerra, el comercio salva vidas. El intercambio comercial también salva vidas al aumentar la prosperidad y extenderla a más y más personas. Es simplemente abrumadora la evidencia de que el libre comercio promueve la prosperidad. Esta hace posible que mujeres y hombres lleven una vida más larga y saludable.

Con vidas más largas y saludables en tiempos de paz, la gente que participa en la economí­a global cuenta con más tiempo para disfrutar de un vasto conjunto de experiencias que le proporciona el libre comercio. La cultura se enriquece con contribuciones de alrededor del mundo que son sólo posibles gracias al libre comercio de bienes e ideas.

Sin lugar a dudas el libre comercio brinda prosperidad material, pero su más preciado regalo no se puede medir con dinero, sino por las vidas que se desarrollan en mayor libertad, a plenitud y sin ser arrasadas ni destruidas por las atrocidades de la guerra.

De acuerdo con esto apelo para resistir los llamados de los cortos de visión y de los avaros que elevan más las barreras en contra del libre comercio. Hay que levantar la voz para decir: «deja que tus ciudadanos disfruten no solo los frutos de sus campos, fábricas e ingenios pero también de los del mundo entero». Los resultados serán una mayor prosperidad, mayor calidad de vida y los beneficios y bendiciones de un mundo de paz.