El lenguaje de los jóvenes


Debido a las limitaciones en el número de caracteres en los mensajes de texto por celular, los usuarios jóvenes han encontrado formas novedosas para expresarse, lo cual ha aportado nuevos modos lingí¼í­sticos.

«Â¡Es que ahora ya no es lo de antes!», es una queja habitual cuando somos testigos de las nuevas costumbres de hoy dí­a; sobre todo si son producto de ese grupo al que llamamos jóvenes, que, ante el desconocimiento, optamos por quejarnos en lugar de comprenderlos.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Tomando en cuenta esto, en el ramo del lenguaje, varios expertos del idioma se reunieron para estudiar el lenguaje de los jóvenes, el cual contó con la participación de lingí¼istas, investigadores, docentes y escritores.

Todos ellos, bajo la moderación de la Real Academia Española, cuyo presidente, Ví­ctor Garcí­a de la Concha, inauguró el seminario titulado «El lenguaje de los jóvenes».

Gracias a un documento elaborado por las filólogas Carmen Herrera, Marí­a Manjavacas Ramí­rez y Yolanda Tejado, se pueden conocer las principales conclusiones sobre este tema.

Economí­a del lenguaje

Una buena parte de los estudios del lenguaje de los jóvenes, se refieren a las alternativas tomadas para expresarse a través de medios informáticos y electrónicos, como los chats y blogs de Internet, los correos electrónicos y los mensajes de texto de los celulares.

Según las conclusiones del seminario, el producto de los cambios en el idioma en estos ambientes, es la separación entre la lengua hablada y la escrita, por lo que los usuarios deben inventar fórmulas novedosas para expresar lo que se quiere decir oralmente, en forma escrita.

Lo más evidente es que por la velocidad de estas comunicaciones o por el número de caracteres, se ha formulado modos para decir más rápido o lo que se escribe.

Por ejemplo, acortar la palabra «pecados» por «PK2», o «escape» por «SKP». Es decir, que se sustituye el nombre de la letra por el sonido que produce. El párrafo anterior, en esta codificación, puede ser más o menos como sigue:

«L evidnt s q x l vlocida d stas comunikciones o x l # d kractres, c a formulado modos para dcir rápido lo q c scrib.»

Diferencia: 159 caracteres del primer párrafo, versus 120 del segundo. Eso, sin contar que ya existen fórmulas, casi abreviaturas, que un lector normal no es capaz de conocer. Por ejemplo, NPI, que significa «Ni pizca de idea», o el clásico tq», «te quiero», o lo adaptación del HAND del inglés, que significa «Have a nice day» (ten un lindo dí­a).

Es decir, lo que rige es la «economí­a lingí¼í­stica», que consiste en acortar las palabras incluso cuando hay espacio suficiente. «Esto tiene una desventaja y es que puede que a veces el destinatario no consiga descifrar parcial o completamente el mensaje, aunque no suele ocurrir entre jóvenes», revelan las conclusiones del seminario.

«No sólo las nuevas tecnologí­as son soporte de esta jerga juvenil, sino que además de estas conversaciones virtuales en las que aflora nuestro lenguaje particular, los jóvenes, y no tan jóvenes, se valen de él para lanzar mensajes, frases ingeniosas y filosofí­as de vida mediante lo que se conoce como «mensajerí­a textil», Hoy dí­a, el lenguaje juvenil ha conseguido introducirse en algo tan cotidiano como las camisetas, que no son sino pizarras textiles que transmiten con colores, signos e imágenes, y sobre todo por medio de esta jerga, información de la persona que la luce», revela otra de las conclusiones.

Cambios inevitables

Para algunos expertos participantes en el seminario, el lenguaje juvenil es incorrecto y pobre, y que es el reflejo de pérdida de identidad o del fracaso de los modelos educativos. Sin embargo, este enfoque moralista no es cientí­fico, y se debe reconocer que la lengua se ha ido modificando a lo largo del tiempo, gracias a los aportes de grupos que no se acercan al canon.

Es decir, más que señalar éstas como deformaciones del lenguaje, se consideran aportes que, se quiera o no, modifican la lengua española, por lo que los expertos harí­an mal en darle la espaldas a estudiar estos cambios.

«Los nuevos soportes de comunicación escrita entre los jóvenes – blogs, chats y mensajes de texto, propician el desarrollo de una escritura propia del lenguaje juvenil (cuyas caracterí­sticas principales son, además de las propias de esta jerga, las abreviaturas, la pérdida de las vocales, la falta de puntuación y acentuación…) que se fortalece frente a la escritura canónica», revelan las conclusiones de este seminario.

«Los jóvenes revolucionan el lenguaje cuando lo hacen suyo y no es necesario que hagan un uso correcto del idioma, sino un uso propio que les sirva para comunicarse entre ellos. Esto hace que si queremos escribir para ellos tengamos que robarles el lenguaje y aun así­ es difí­cil conseguir que nos crean», explican las filólogas que redactaron las conclusiones.

Peligros

El lenguaje de los jóvenes, sociológicamente, también se explica como un deseo de diferenciación de los adultos, por lo que la expresión propia es, además, un rasgo de identidad.

«En sí­ esto no supondrí­a inconveniente alguno, siempre y cuando los jóvenes conocieran la norma, aprendida en los centros de enseñanza y en su entorno, y supieran utilizarla en los contextos que así­ lo requieran», refieren las conclusiones.

El problema surge cuando los jóvenes emplean este lenguaje fuera de las nuevas tecnologí­as y de la comunicación entre iguales y se debe en gran parte a una falta de registros que deberí­an haber adquirido a lo largo de su formación. Son estas interferencias las que hay que evitar ya que podrí­an contribuir a que la lengua que aprendan las siguientes generaciones hispanohablantes sea cada vez más pobre.

EXPRESIONES


Expresiones: Hacer un «simpa»: irse de un restaurante «sin pagar»; se hizo una «operación gamba»: las gambas son langostinos pequeños que se comen todo, menos la cabeza; por eso, se usa para abordar a un hombre o una mujer feos pero con buen cuerpo y de ahí­ que se pueda aprovechar todo menos la cabeza, que es lo primero que se les quita a las gambas; salir de cacerí­a (a ligar), estar colgado (referido al amor o al vicio).

Asociaciones semánticas: soy vikingo porque no repito un domingo; soy berberecho porque solo me falta el estrecho.

Acortamientos: depre (deprimido), tranqui (tranquilo), tuto (instituto), ¿qué paisa?, ¿a que joribia?, cumpletacos.

Barbarismos: extranjerismo, especialmente del inglés: family, money, luk, glamur, supermanes, etc.

Neologismos: palabras nuevas creadas mediante adjetivos calificadores, sustantivos, locuciones de todo tipo, pero sobre todo de verbos: estar pallao («estar para allá»), pajarse, pisonearse, echar la peta (la bronca), columpiarse, tirarse el folio, chinarse, quedar tuti, ansiarse, porfaplis o flipotear.