El lenguaje de Chávez


Como muestra de solidaridad con su colega Evo Morales y para repudiar un complot en su contra, el Presidente de Venezuela Hugo Chávez decidió retirar a su embajador en Washington y ordenar el inmediato retiro del jefe de la diplomacia norteamericana en su paí­s, advirtiendo que hasta que no tome posesión en enero el nuevo presidente de los Estados Unidos no habrá intercambio de embajadores entre los dos Estados.


Podrí­a considerarse en cierto sentido parte del desarrollo normal de las diferencias entre Washington y Caracas lo que ha ocurrido, salvo por la consideración que demanda el lenguaje utilizado por el presidente Chávez al explicar su decisión. En tono airado y recurriendo a palabras soeces, el Presidente de Venezuela rompió con cualquier tipo de tradición y, es más, de la necesaria compostura polí­tica que tiene que caracterizar los actos de cualquier estadista, independientemente de su tendencia polí­tica o de la condición del paí­s que represente.

No se puede negar que el más añejo conflicto que Estados Unidos ha mantenido es el que aún al dí­a de hoy le distancia de Cuba y en el que ha existido un constante y severo cruce de señalamientos recí­procos, pero Fidel Castro nunca bajó al arrabal para expresar su firme rechazo a las polí­ticas de Washington y sin duda alguna ello le ha dado una estatura continental que no se puede discutir, puesto que quiérase o no, ha sido el estadista que por más tiempo y desde más cerca, se ha enfrentado al tremendo poderí­o de los Estados Unidos.

Y lo hizo sin mecanismos de presión como el chantaje del petróleo que ahora esgrime Chávez, sino simplemente con la fuerza de la razón contra la sinrazón de polí­ticas que condenaron al pueblo cubano a un embargo empobrecedor cuyas consecuencias han sido criticadas por el resto del mundo. En cambio, el presidente de Venezuela que trata de convertirse en el nuevo referente de la no alineación para América Latina, adopta actitudes poco respetables por el tono de sus expresiones, lo que resta peso y consistencia a la crí­tica que pueda realizar. Es más, gestos que en tono maduro y responsable podrí­an tomarse como manifestación de las nuevas correlaciones geopolí­ticas, se convierten en puro circo por la forma que se asume.

Citamos ambos casos, el de Chávez y el de Castro, porque se trata de dos formas de enfrentar a un enemigo común y sin duda alguna que la historia colocará al lí­der cubano como uno de los estadistas de los últimos cincuenta años, en tanto que Chávez se perfila como un peleador callejero que es, sin duda, figura interesante para los medios cabalmente por su nada comedido lenguaje, pero poco seria al fin y al cabo.