El legendario írbol de Amate


Este bello lugar del sector de Las cinco calles, donde estaba la cuchilla del romántico árbol de Amate, era donde arrancaba la Calle Real de La Libertad, hoy avenida Bolí­var. Foto: Alberto G. Valdeavellano, finales del siglo XIX.

Juan Garvaldo

En la unión de ví­as, que se conoció en tiempos antiguos como Las Cinco Calles, se erguí­a antaño el frondoso árbol de amate, sembrado en 1779, que le dio nombre a ese sector de la capital. Desde muy lejos, se podí­a observar, porque su copa era muy grande, semejando una inmensa sombrilla. Este árbol fue testigo de innumerables acontecimientos, sociales, polí­ticos y culturales de nuestra historia.El árbol ofrecí­a su sombra a las personas pobres, así­ como los campesinos que vení­an con sus bestias cargadas a vender sus productos a los diferentes puntos de la ciudad, como en la Plaza de Armas, y en los mercados de la 18 calle y la Placita. Del sur del paí­s, especialmente de San Gaspar, vení­an con gallinas, flores, huevos, bananos, etc.; de Palencia, vení­an con carbón y leña; de occidente, las hortalizas, y de Mixco, las tortillas.


Estos vendedores encontraban cobijo bajo el enorme amate, donde descansaban de sus pesadas jornadas, cubriéndose de los rayos del sol bajo la sombra. Ahí­ podí­an comprar y saborear un vaso de atol, ya sea blanco o de elote, o bien un arroz en leche, acompañado de deliciosos chuchitos, tostadas o unas tortillas con tiras.

Este lugar era una puerta de la ciudad por donde ingresaban los viajeros procedentes del Sur y occidente del paí­s; del Puerto de San José, Escuintla, Amatitlán, San Juan y San Pedro Sacatepéquez, Mixco, etc. í‰sta era una ví­a pujante, donde se meneaba el negocio, zona de hoteles, tiendas, establos de alquiler de bestias y carretas con bueyes para carga. Aquí­ se miraban campesinos con cargas, o descansando en torno al frondoso tronco del gran árbol de Amate.

Se veí­an diligencias que a toda prisa iban o vení­an del puerto de San José con pasajeros, en su mayorí­a extranjeros, que eran los que podí­an pagar este costoso servicio. A pesar de todas las vicisitudes que se pasaban en todo el trayecto, inmensas polvaredas para el verano y grandes fangales para la estación lluviosa, según relata el gran costumbrista guatemalteco Pepe Milla (1822-1882).

CALLE REAL

En la actualidad, a la Calle Real o de la Libertad se le conoce como la Avenida Bolí­var. Iniciaba desde el Amate, y se dirigí­a hacia el Cantón del Guarda Viejo. Fue una obra diseñada por Justo Rufino Barrios (1835-1885), el Reformador. Esta ví­a presentaba forma irregular debido a que este gobernante, al donar terrenos a los pobres, los cedió uno tras otro, sin guardar el orden correspondiente. í‰sta es la razón por la que la calle no se trazó recta en toda su extensión.

Desde el Amate hasta las Cinco Calles, podí­an caminar seis carruajes a la vez. El cantón La Libertad comenzaba en la 18 calle y terminaba en El Boquerón. En este lugar daba inicio, y se dirigí­a hacia el sur, en el Cantón la Paz o del Guarda Viejo.

La calle del Cementerio General enfrentaba casi con el Fuerte de San José. Cerca del Amate se encontraban en tiempos pasados las casas modernas del Mesón Modelo. En la administración del presidente José Marí­a Reyna Barrios (1854-1898), hubo un gran interés en rebajar el terreno elevado; así­ se hizo en El Boquerón y en distintos lugares, desapareciendo las ondulaciones del camino, aunque algunas casas siempre quedaron en alto. En diferentes lugares, se podí­an ver árboles de amate sembrados por orden del general Justo Rufino Barrios.

Los trabajos de la nivelación del terreno permitieron tender rieles, para un tren Decauville y carros del Ferrocarril Urbano; la primera de dichas empresas no tuvo éxito, generando sólo desgracias, y fue clausurado al poco tiempo.

El viejo y poético árbol de amate en mención, fue derribado, desgraciadamente, en 1925, y en su lugar plantaron una ceiba, la cual se puede observar en la Plaza Bolí­var, obra Manuel Colom Argueta (1932-1979). Del viejo amate se decí­a también que los viernes por la noche se aparecí­a el diablo a las personas que le invocaran para pedirle algún favor, o hacer alguna hechicerí­a, ritos de iniciación, brujerí­as, etc. El Amate era conceptuado como uno de los pocos paseos y lugares de diversión, los cuales eran escasos en la Nueva Guatemala de la Asunción.

Sólo los recuerdos quedaban del viejo Amate en las mentes de muy pocos ancianos, que también hace algunos años ya se fueron llevándose muchos secretos a sus tumbas; ahora hacemos estos relatos para dar a conocer estos espacios que ya no existen, pero que es muy importante dar a conocer y preservar para nuestros hijos y valorar nuestra historia urbana y patria.