Tengo la impresión de haberlo visto en más de una oportunidad en los salones de la Asociación de Periodistas de Guatemala, cuando se celebraba algún acontecimiento especial, con la melena aleonada y descuidado vestuario, durante su época de estudiante de la Facultad de Derecho de la Usac, cuando yo fui elegido presidente por primera vez de esa organización de trabajadores de la prensa.
Pero puedo estar equivocado y quizá se trate de otra persona y su presencia o no en las instalaciones de la APG cae en el ámbito de la irrelevancia de cara a su obra literaria, con profundo sentido filosófico. Me refiero, por supuesto, al escritor Rogelio Salazar de León, a propósito de su más reciente libro, publicado por F&G Editores, que de la mano de Raúl Figueroa Sarti ha venido a darle impulso a las letras guatemaltecas.
Si de por sí soy incapaz de elaborar una sensata crítica a un simple libro de cuentos populares, ante el libro «Legajo anudado, Nietzsche (con)vertido y (re)vertido» de Salazar de León, debo confesar mi total incapacidad de intentarlo, porque, como bien se advierte en la solapa del volumen, este abogado por la universidad de San Carlos se alejó de su profesión para dedicarse a la enseñanza en áreas de la Filosofía y la Lógica, y su acercamiento a la Literatura ha sido, cabalmente, por medio de las ciencias filosóficas, aunque también puede decirse que para entender ciertos asuntos ha dependido de moldes estéticos y literarios, circunstancias ambas que pueden percibirse en su más reciente obra.
Anteriormente, este autor había publicado su trabajo «Por el destino hacia la realidad», en 1999, gracias a los auspicios de la asociación cultural italiana «Societá Dante Alighieri», mientras que el «Legajo anudado» obtuvo el Premio Centroamericano de Novela «Mario Monteforte Toledo» en 2006.
El acto de presentación pública del libro, como se dio a conocer en su oportunidad, fue realizado la tarde-noche del 11 de diciembre anterior, en la librería Sophos, con la participación del mismo autor y de los escritores Raúl de la Horra y Luis Aceituno, quienes comentaron con acierto la obra.
En la contraportada se puede asomar muy apretadamente a la esencia de la novela, cuando se indica que durante los años de su formación, Friedrich Nietzsche, el filósofo alemán nacido en Rí¶kken en 1844, cuya filosofía se funda en el vitalismo metafísico y la voluntad de poderío que llega a su culminación con el «superhombre» (Así hablaba Zaratustra), desarrolló una penetrante indagación contra algunos hábitos de su tiempo, al que observaba tan desorbitado como mortificado, y que en el «Legajo anudado» se encuentra un acercamiento a esa perspectiva.
Ese filósofo germano arranca de un severo ambiente luterano y de una formación en el mundo clásico a los que, probablemente, siente disonantes en el ambiente en que se desenvuelve, porque la escena de su tiempo es la de los afanes burgueses como coartadas para alcanzar la felicidad, tema que convierte a la novela de Rogelio Salazar de León en un texto de plena vigencia.
Según esa escueta explicación de la contraportada, todos y cada uno hemos sentido la alarma por ubicar un sitio en el mundo, entre los desencuentros de la adolescencia y los furores de la juventud, y este trabajo literario/filosófico da cuenta, justamente, de las estaciones de paso de un personaje que podría ser singular y cotidiano, pero que obedece a las señales de un oscilante brújula.
La novela transita en el libro mediante cartas con destinatario, pero sin destino; escritas, mas nunca enviadas, que permiten al autor «el atrevimiento del inconformista frente a lo contemporáneo traducido a un tono confesional».
Lo que puedo aseverar, es que, contra lo que podría pensarse al leer el título de la obra y la presentación del editor responsable, no se está ante una lectura de difícil consumo; porque una vez adentrado en la profundidad o superficialidad de los pensamientos y sentimientos epistolares, el lector queda atrapado en el mensaje tan diverso de las cartas que se presume que quizá jamás pudieron haber sido escritas, pero que allí están como testimonio de una relación quimérica. O tal vez tan real como un sueño de amor y olvido.