Durante 70 años he sido lector asiduo de las Sagradas Escrituras, de los cuales 30 he callado el tema de este enfoque; tanto por respeto a exegetas de la Biblia, antiguos, contemporáneos o por venir; y el concepto propio de creer que quien escribe, no es «tal» para replicar en sustancia teológica.
Estando además convencido de lo dicho en dos evangelios por el único Gran Maestro venido de Dios, nuestro amado SEí‘OR JESíšS; que todo error de los seres humanos sean intelectuales o no, creyentes o incrédulos, acerca de la Trinidad Divina, es por ignorancia de la Biblia; entonces este axioma es una jurisprudencia Bíblica para buen entendimiento de la humanidad. (San Mateo y Marcos capítulos 22: v/29; y 12: v/24.) He callado lo que alguien debiese haber dicho. Y en el final de mis días que están por llegar en la medida de más de 90 años; la inspiración y discernimiento recibido en el silencio al no compartirlo, me ha sido aguijón a la mente y al espíritu de la verdad; pero ha avivado el fuego de mi corazón para describirlo, he tomado fuerzas antes que vaya; para señalar el lapsus de los siglos, que quisiese gritarlo con eco resonante hacia el pasado y futuro, iluminar el presente y el camino de las generaciones por venir.
Exegetas de religiones cristianas con un «Antes de Cristo, intercalando un A. C.», construyeron el gran lapsus de los siglos, al situarle a Cristo principio o nacimiento en algún momento de la historia del mundo para el entendimiento humano; cuando í‰l auto-existió de la misma naturaleza con Dios Padre, y preexistieron antes de todas las cosas en el tiempo y el espacio universal, incluso de la fundación del mismo mundo y todo lo creado con vida y conocido por los vivientes de este planeta Tierra; por cuanto son eternos sin ningún antes ni límite o término y en el orden divino de la Creación todo fue hecho por í‰l; la hizo hermosa, a su tiempo; y puso eternidad en el corazón del ser humano, hombres y mujeres descendencia de Adán y Eva, los únicos con límite de tiempo, antes de nacer, durante somos hechos, y en nuestra vivencia acá en la tierra; y después: la eternidad. Debiera de entenderse y decir: ANTES DE LA CREACIí“N o DESPUí‰S DE LA CREACIí“N, a C– o –d C; pero no antes de CRISTO.
El sabio Rey Salomón que comprendió perfectamente la PRE-EXISTENCIA DE DIOS Y DE CRISTO; su sabiduría divina de Creador prototipo del Universo, y de Cristo el gran arquitecto y constructor del mismo, en el capítulo ocho del Libro de Proverbios en la Biblia (v.22/36); que debe leerse y conocerse, describe la belleza misma de la creación, emociona los sentidos humanos al comprenderlo, y hace experimentar la excelsitud del Amor de Dios y de Cristo para con los vivientes, dándonos a conocer su poder de Hacedor de lo que no existía, en lo que existe para bien de la humanidad.
CRISTO existe consustancialmente de la misma naturaleza divina de Dios; nada existió anterior a El en la creación del cielo, tierra y la fundación del mundo. í‰l permanece en el Ayer, Hoy y por los siglos; es Eterno, en el cielo le están sujetos ángeles, autoridades y potestades –Conforme al propósito (o proyecto) eterno que el Padre hizo en í‰l–; le fue sujetas todas las cosas creadas que por su poder y palabra subsisten; excepto, desde luego, Dios el Padre que le sujetó todas las cosas a él; y el Señor JESUCRISTO las sujetará de nuevo al mismo Dios y Padre Supremo en el fin de la Gracia, para que í‰l sea todo en todos. Hebreos: 13:8.
El otro lapsus humano de los siglos es en cuanto a la pregunta que EL SEí‘OR JESíšS lanzó a los vivientes en la tierra, sobre; ¿De quién desciende el Mesías?; a la que con ligereza se responde -Desciende de David-; y les replica: –Cómo es que David, inspirado por el Espíritu, lo llama Señor?…¡Cómo puede el Mesías descender de EL LAPSUS DE LOS SIGLOS David, si el mismo lo llama Señor?.– Entonces conviene esclarecer la verdad de la descendencia de CRISTO EL MESíAS, y CRISTO JESíšS EL SALVADOR DEL MUNDO. Mateo 22:41.
CRISTO en el plan de la eternidad y por el Espíritu de Dios, profética y milagrosamente se hizo JESíšS, encarnado humano en el vientre de una virgen, y nacer de mujer siendo El Hijo del Hombre en la línea genealógica desde Adán hasta David; con el sentir de toda raza humana, sufrir y morir por ella con naturaleza finita, y limpiarnos de cualquier cosa que condena eternamente. Entonces se le llama: CRISTO JESíšS, el mismo que por AMOR se dio a asimismo por nosotros en la cruz y la dejó eternamente vacía para devolver a los del mundo que lo reciban, la eternidad gloriosa que habían perdido en vez de la condenación. í‰l ahora está en el cielo, cambia todas las cosas porque es EL SALVADOR DEL MUNDO cuyo reino no tendrá fin; está sobre el poder de Satanás; y cualquier otro; y permanece el mismo Hijo de Dios celestial en cualquier acto de la creación y de la vida: ¡es JESUCRISTO!.
-Pero cada uno en su debido orden: -dice San Pablo-, Cristo las primicias; luego los que son de Cristo en su venida, cuando entregue el reino a Dios y Padre que se lo sujetó. Y quien escribe estas líneas y lo proclama, desea ¡Que no haya ningún mínimo tropiezo de duda en la fe para el Unigénito Dios y Hombre: JESíšS. Primera Corintios 15: v/23-24.