El laberinto del transporte urbano (I)


Es de público conocimiento que mis padres iniciaron una empresa de transporte extraurbano de carga, en 1945. Mi padre fue un innovador, fue el primero en introducir los vehí­culos articulados o tráileres, los motores diésel, los vehí­culos doble articulados llamados trenes.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Crecí­ y me desarrollé durante 60 años en un grupo de empresas de transporte que llegaron a tener más de 600 trabajadores, la mayorí­a de ellos pilotos, que por razones polí­ticas me vi obligado a cerrar durante el gobierno anterior y así­ terminar con parte de las persecuciones en nuestra contra.

 

Cito estos antecedentes para evidenciar que no soy un inexperto en lo que es el recurso humano: pilotos, mecánicos, soldadores y ayudantes, que operan el transporte urbano y extraurbano; tampoco soy un inexperto en el diseño de vehí­culos, en la selección de motores, cajas, ejes, llantas, suspensiones, etcétera, y por supuesto conozco lo que son los costos de operación.

 

Indicado lo anterior, puedo decir que nunca, en mis casi 71 años, habí­a visto un laberinto mayor de lo que es en este momento el transporte urbano de personas. Los pilotos del transporte público son seres humanos que se distinguen por su fuerte personalidad que les permite lidiar con el dí­a a dí­a de trasladar personas, de desplazarse dentro de las estrechas calles y avenidas y, sobrevivir con el saturado tráfico de la capital.

 

Los autobuses que se utilizan urbanamente son hoy, en un 99% vehí­culos sumamente deteriorados, para perjuicio de los usuarios, los empresarios prefieren mamar y beber leche, lo cual logran al invertir el mí­nimo posible en reparaciones y mantenimientos, embolsándose el subsidio millonario al cual, como le consta al presidente Alfonso Portillo desde el dí­a en que nos conocimos hace muchos años en un foro en la Cámara de Construcción sobre este tema del transporte urbano, siempre me he opuesto por considerar que los subsidios deben ser temporales, directos, calificados y quien lo debe recibir es el usuario y bajo ningún concepto el empresario.

 

El laberinto no lo han podido desenredar las diferentes comisiones que se han creado, por muy bien intencionados que hayan sido la mayorí­a de sus miembros. La Municipalidad de la capital, desde hace muchos años, encontró que lo mejor para ellos era hacerse los locos y pretender que el Gobierno central sea quien asuma los costos relacionados al transporte urbano.

 

Como lo he manifestado en anteriores opiniones, la responsabilidad de encontrar la solución de un transporte urbano de personas seguro y eficiente le corresponde a las autoridades municipales de la capital y mejor aún si la solución se efectuara de manera conjunta por la capital y los municipios dormitorios alrededor de la misma, solución que deberí­a ser un conjunto de transporte que incluyera al transmetro y una serie de rutas contribuyentes o afluentes donde se trasladase por sector a los usuarios y mediante el sistema de transferencia se les redistribuyera para que llegaran a su destino en unidades del tamaño del transmetro.

 

La solución también implicarí­a la creación de estacionamientos tipo terminales para que los dueños y usuarios de los vehí­culos particulares tuvieran la opción de no ingresar a las zonas 1, 4, 10 y zonas similares.