Es difícil pedirle al joven de Guatemala que mantenga una postura definida y clara en materia política porque lo que les hemos dicho a lo largo de muchos años es que la política es sucia, que quienes se dedican a esa actividad son generalmente largos y sinvergí¼enzas y que lo hacen para satisfacer ambiciones o, más concretamente, para ver qué se levantan.
Ese constante bombardeo ha calado y hondo, por lo que no deja de ser contrasentido pedirles, cada cuatro años, que actúen con madurez y responsabilidad al momento de emitir el voto. Madurez y responsabilidad que no compaginan con lo que pregonamos del sistema político y de sus principales actores, toda vez que la enseñanza es contundente y lapidaria cuando se hace hincapié en lo que ha representado la clase política para el país.
De esa cuenta es que muchos de nuestros electores jóvenes ven la política con esos ojos de chicos fresa, de ligera irresponsabilidad para actuar porque lo que durante los períodos no electorales les repetimos es que al final de cuentas no importa a quien se elija, porque todos son coyotes de la misma loma. Y luego del proceso de desideologización que ha sufrido la humanidad hasta se pierde aquel romanticismo que antaño era característico de jóvenes que abrazaban apasionadamente ideales para ser parte de un proceso de cambio y transformación de la sociedad en busca de la justicia equitativa. Hoy por hoy, es cierto que la oferta ideológica es muy poco variada y que de una u otra manera todos los candidatos representan intereses más o menos comunes y de evidente interés empresarial. De hecho, el único sector poderoso que logra imponer no sólo lineamientos políticos sino hasta candidaturas cruciales como las de Vicepresidente, ha sido el empresarial y eso lo percibe el joven de todos los estratos que se da cuenta que elegir, al fin de cuentas, es simplemente optar entre una u otra de las cartas marcadas para actuar en beneficio de los sectores poderosos.
La juventud está, por lo tanto, en una posición incómoda porque se le ha privado de los ideales y se le priva de la posibilidad de escuchar planteamientos de un debate serio que ofrezca soluciones a sus problemas.
Muchos de los jóvenes de la Guatemala de hoy estaban esperando la oportunidad para emigrar a otras latitudes en donde su voto nunca contará pero eso le importa poco porque aquí tampoco es que con su voto pueda ser puntal de las grandes decisiones. Una juventud que no tiene por qué comprometerse más de la cuenta con un país que tampoco parece dispuesto a comprometerse con ellos.