El maravilloso rosal plantado en el centro del amplio jardín de esa mansión señorial, parecía la obra maestra de algún renombrado pintor; tal era su infinita hermosura.
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El canto de las aves, el volar de las mariposas, la brisa que esparcía la fragancia natural y todo el encanto de ese pequeño paraíso, asombraron a Carmen García, de 7 años, que casi lloró de emoción.
Había entrado a robarse una rosa, para llevársela a su madre gravemente enferma en el hospital público de Santiago, Chile, pero fue sorprendida en pleno acto por el acaudalado propietario del chalet.
Y la niña sólo pudo contarle su triste historia…
Y cuando salió de allí llevaba un inmenso ramo de bellas rosas y un nuevo amigo en su corazón.
UN PEQUEí‘O ACTO DE BONDAD PROVOCA GRANDES BENDICIONES