Hace poco la empresa propiedad de Steve Jobs, Appel, sacó a la venta unas tabletas con el nombre de iPad. La idea de Jobs era competir con Amazon, a través de la venta de lectores electrónicos que permitieran facilitar la lectura y abaratar los precios de los libros. Amazon y Barnes & Noble ya se habían adelantado en el mercado con los prodigiosos Kindle y Nook, respectivamente.
 Todo hace suponer que el negocio del futuro, en materia de tecnología, se dirige a los famosos eReader que revolucionaría nuestros hábitos lectores y supuestamente salvaría al negocio de la prensa que dicen que está en alas de cucaracha. Con esto se terminaría las visitas a las librerías y desde la comodidad del hogar se podrían bajar eBooks para una lectura reposada y tranquila.
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Los días en que la lectura era incómoda por tener que sostener voluminosos libros han llegado a su fin. La era de las grandes bibliotecas en la casa, terminó. Ese cuarto que ocupaba con centenares de libros ya puede usarlo para otra cosa. Dígale adiós a las alergias por ese polvo desventurado de los libros viejos. Despida a las cucarachas, al pececillo de plata, el piojo del libro, escarabajos, carcomes y termitas. Se acabaron los ratones. Ya puede jubilar a los libros.
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El optimismo parece ilimitado. La prensa reportó que Appel vendió un millón de iPad en 28 días, «y la demanda continúa excediendo la oferta», manifestó Jobs. O sea que hay euforia en la compra de la famosa tableta. Las revistas sobre tecnología no terminan de comentar las virtudes del artilugio y el mundo está expectante porque, por ejemplo en Guatemala, quizá lleguen a finales del mes de mayo.
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Lo que no comprendo del barullo es por qué tanto afán, siendo que las estadísticas indican que la gente lee muy poco. En México, por ejemplo, se leen tres libros al año. En Chile, el 60 por ciento de la población no lee libros. Y en el caso de nuestro país, ocupamos uno de los últimos lugares con un promedio menor al 1% de la población con hábitos permanentes de lectura. Entonces, ¿Por qué tanto ruido?
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 A menos que, obviamente, se trate de un fenómeno únicamente consumista. Esto es, compramos la tableta para estar a la moda, sentirnos posmodernos y mostrarnos muy intelectuales a los ojos de los demás. O, quizá, y esto no lo había dicho, usamos el aparatito para ver videos, comprar juegos o leer, con suerte los periódicos. Si fuera así, el futuro del iPad parece encaminado al fracaso.
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Será uno de esos instrumentos símbolo de estatus. Lo usarán, con suerte, los académicos, algún gerente de empresa para «apantallar» a los desprevenidos y hasta algún muchachuelo snob en alguna aula universitaria. Y es que el precio es prohibitivo. Appel vende el iPad en cerca de 500 dólares. Aunque termine bajando el precio de introducción, no parece que será un artilugio popular.Â
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No quiero ser ave de mal agí¼ero, pero creo el iPad no mejorará por arte de magia nuestro acercamiento a los libros. La idea es buena, pero hay algo que nos impide que súbitamente nos volvamos bibliófilos. Deberíamos pensar en eso antes de comprar una cosa tan cara.