Cuando principié a trabajar en la Municipalidad de Guatemala con Manuel Colom Argueta a principios de los años setenta, conocí a varios ingenieros cuya capacidad y honestidad me impresionaron. Recuerdo con especial cariño a Roberto Mosquera, ya fallecido, a Nacho Saravia, a Roland Castillo, a Manuel Urrutia y a Luis Hugo Solares, con quienes hice amistad. Luis Hugo era a la sazón el subdirector de aguas y algún tiempo después sustituyó al ingeniero Willemsem en la gerencia de la recién creada Empresa Municipal de Agua, Empagua.
Para el terremoto del 76, Luis Hugo sufrió un percance en esa madrugada porque una librera de su casa cayó con el temblor y le pegó en la ya para entonces extensa frente. Pese a ello fue de los primeros en llegar a la Municipalidad para empezar los trabajos de reparación que en el caso del suministro de agua eran vitales y urgentes. Pese a la magnitud del terremoto, en menos de una semana la ciudad de Guatemala tuvo restablecido su servicio de agua potable, trabajo que fue dirigido por Luis Hugo y realizado por centenas de técnicos y empleados que siguieron su liderazgo y dedicación y abandonaron a sus familias para cumplir con el deber que tenían con la población. Simplemente el Luis Hugo Solares de esos días hubiera sido suficiente para que su figura fuera imponente, pero la verdad es que era un tipo fuera de serie en muchas cosas. Paciente y esforzado, lidió con los políticos del Concejo municipal para conducir adecuadamente la recién creada empresa. Honesto hasta el extremo, se enfrentó a las mafias, especialmente la que hacía del negocio del sulfato de aluminio una gran fuente de ingresos. Ya alguna vez conté cómo con el coronel e ingeniero Arturo Paiz Bolaños hicimos equipo Luis Hugo y yo para detener algunos negocios desde la junta directiva de Empagua. Cuando terminó nuestro período municipal, Luis Hugo fue removido de la gerencia de Empagua no obstante que él no era un político sino un técnico con carrera en la Municipalidad, pero así eran aquellos tiempos. Y fue llamado por el ministro de Comunicaciones del gobierno de Lucas García para que le ayudara como Viceministro y se hizo cargo de toda la parte técnica del despacho. Callado, sin grandes aspavientos, hizo su trabajo en medio de la vorágine de corrupción de esos tiempos, manteniendo siempre su línea de honestidad y corrección. No recuerdo cuál fue el problema que obligó a Lucas a quitar a su ministro y decidió nombrar a Luis Hugo titular de la cartera, llegando a ser célebre su comportamiento porque en su administración jamás aceptó ni mucho menos pidió una mordida, pese a que era la norma y la práctica generalizada durante esa administración que en aquellos tiempos llegamos a considerar como la más corrupta de la historia, sin imaginar las cosas que habríamos de ver más tarde y los niveles de sofisticación que alcanzó el saqueo de la cosa pública. Luis Hugo salió del servicio público como entró a él, sin fortuna amasada y únicamente con su experiencia, conocimientos profundos y deseo de servir. Siempre dedicado a la construcción, pero ya en forma privada, vivió su vida con la sencillez de siempre, aquella que impresionaba cuando era alto funcionario. Y ayer, estando yo fuera del país, me avisaron de su muerte por lo que por este medio le rindo un homenaje sincero a uno de los ciudadanos más honrados que he conocido en mi vida y a quien aprecié muchísimo por eso. Descanse en paz el amigo Luis Hugo Solares.