El humor y la risa


 Como recibí­ acusaciones de lúgubre, triste y sombrí­o a causa de mi último artí­culo de prensa, es justo rescatar mi reputación por medio de una reflexión sobre optimismo, el humorismo y la risa.  Aunque no es la primera vez que escribo del tema, la coyuntura es propicia en virtud de nuestra tendencia a ver la oscuridad sin apenas sospechar que el mundo es mucho más complejo y en ocasiones hasta divertido.

Eduardo Blandón

Existe una ciencia llamada «gelotologí­a», del griego «gelos» (sonrisa) que estudia el fenómeno, aparentemente humano, desde todos los ángulos imaginarios: los etólogos observando la curiosidad animal, los neurólogos viendo las reacciones del cerebro y los psicoanalistas estudiando su significado.  La risa para estos cientí­ficos no es una cosa que carezca de importancia: la risa es seria.

 

Los resultados indican que la risa no es accesoria en los seres humanos.  Hans Zollner, en un artí­culo aparecido en «La Civiltá Cattolica» indica que los gelotólogos (los especialistas de la risa) creen que ésta es la forma más antigua de comunicación, una suerte de esperanto no verbal, una lengua universalmente comprensible que pone en contacto a todos los seres humanos.

 

Los especialistas dicen que nuestros antepasados reí­an desde hací­a mucho tiempo, incluso antes de comenzar a hablar.  De hecho, mientras los centros verbo motores están colocados en la corteza cerebral, que es más joven desde el punto de vista evolutivo, la risa proviene de una zona más antigua del cerebro que regula las emociones más primitivas como el miedo y la alegrí­a.  Por esto escapa del control consciente.  En realidad no se puede reí­r como un acto expresamente voluntario y, como lo demuestra la experiencia, una explosión de hilaridad no se puede controlar con la fuerza de voluntad.

 

 La risa, como puede observarse, deriva de lo más í­ntimo de la naturaleza humana.  Es necesaria.  Es una forma de juego social.  Algunos beneficios del humorismo derivan de las sensaciones positivas que genera.  Nos deja en una situación simplemente gozosa, tranquila, feliz.  Incluso, tarde o temprano, se nos dirá que es saludable.  Zollner dice que reí­r libremente es í­ndice de un bienestar interior.  «El humorismo caracteriza también, desde otro ángulo, el comportamiento que es necesario asumir frente a lo trágico y la hostilidad de un modo que nos procura dolor».

 

Desde el punto de vista cristiano, el tema de la risa es evidente.  Santo Tomás (1225-74) la aconsejaba «ya que está bien que el sabio aligere la tensión de ánimo».   Pero no una risa superficial y burlona, sino la auténtica.  En este sentido la regla benedictina es clara: «Excluyamos siempre y en todo lugar la trivialidad, la frivolidad y las bufonerí­as y no permitamos absolutamente que el monje abra la boca para discursos de este tipo».

 

 Concluyamos la reflexión con la siguiente nota de humor citada por Zullner:

 

 En una asamblea en la que participan miembros de varias í“rdenes religiosas se discute sobre la obediencia.  A un jesuita presente le preguntan: «Su Orden da bastante peso a la obediencia.  ¿Cómo logran el modo de hacerla observar?»Â  í‰l responde: «Es muy simple: el superior pregunta al hermano qué quiere y luego se lo ordena.  Así­ la obediencia nunca se nos vuelve problema».  Después de algunos momentos de reflexión el miembro de otra Orden objeta: «Pero hay también religiosos que no saben lo que quieren.  ¿Qué cosa hay que hacer con ellos?».  El jesuita replica: «Se les hace superiores».