Debido a que las investigaciones todavía están en fase experimental, los científicos de la conducta humana han propuesto al menos tres opciones para combatir la corrupción de raíz en todas sus manifestaciones y grados conocidos: a) vacunación); b) bombardeo por radiación al cerebro; c) extirpación, anulación o bloqueo quirúrgico del gen respectivo.
De las tres pruebas, la más segura y eficaz, en un 99.7% (noventa y nueve punto siete por ciento) es la que tiene que ver con la genética, o sea con el antiguo, insidioso y tenaz gen de la corrupción, el cual se encuentra plenamente establecido y enraizado en el genoma humano desde hace por lo menos trescientos mil años redondos, ya que los paleontólogos han encontrado en fósiles del homo sapiens u homo erectus, pruebas irrefutables de que ya entonces existían, eso sí en forma un tanto rudimentaria, casos hoy muy conocidos como el tráfico de influencias, la mordida (directo al hueso, literalmente), el lavado de toda clase de artículos de trueque colectivo, incluso los dólares de aquellos tiempos, las transferencias catalogadas como secreto de Estado, el nepotismo, las empresas de cartón en calidad de oenegés, y ya no digamos el asalto y saqueo de las arcas cavernícolas, perpetrados por los propios trogloditas y picapiedras, asesorados por ciertos humanoides versados en la ley de la selva, de la jungla, del bosque y de la pradera.
De tal suerte, parece ser que es hacia la genética a donde la ciencia deberá dirigir sus pasos si persigue la erradicación definitiva de la omnipresente y omnipotente corrupción dentro de la sociedad humana, aunque los genetistas reconocen que la tecnología a emplear para tal fin, ligada a la cibernética y a la era digital, todavía está en pañales. Las otras opciones de vacunación o radiación cerebral pueden prestarse a la maquinación interesada, se ha asegurado.
En todo caso, por razones obvias, la manipulación genética para erradicar la corrupción sólo sería aplicable para las nuevas generaciones, las que están por nacer, toda vez que sería imposible alterar el genoma (conjunto de los cromosomas de una célula) del homo corruptibilis ya formado en el seno materno, y ya no digamos de los adultos.
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“Es curioso eso de matar el tedio cuando es fiel compañero, sombra y esbozo de la muerte.”
(Pólipo de Amianto, siglo III a. C.)