El hombre mono en Parí­s


El museo del Quai Branly de Parí­s inaugura hoy una gran exposición dedicada a Tarzán, héroe mí­tico de un ífrica imaginaria convertido en sí­mbolo de la protección de la naturaleza.


«Â¡Tarzán! o Rousseau entre los Waziri» es el tí­tulo de esta muestra que, hasta el 27 de septiembre mantendrá una atmósfera de jungla en el museo parisino, con extractos de pelí­culas, ritmos africanos y, por supuesto, el célebre grito del «hombre-mono» popularizado por el cine.

«Tarzán permite comprender cómo se forma un mito de la humanidad, se trata de un gran ensamblaje de elementos procedentes de la imaginación y de la realidad», explica el antropólogo Roger Boulay, curador de la exposición.

Tarzán nació en 1912 de la imaginación del escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs (1875-1950), que le consagró 26 novelas. La idea del «hombre-mono», arquetipo del héroe popular, le vino de la lectura de «Libro de la jungla» de Rudyard Kipling y del «descubrimiento» de ífrica, a los 18 años de edad, durante la exposición universal de Chicago de 1893.

Tarzán comparte con el Mowgli de Kipling ese instinto animal que les permite sentir el peligro a través del olor de una presencia extranjera o del temblor de una hoja.

«Tarzán de los monos» (1912) fue el primer capí­tulo de la saga. Pero la popularización del personaje se debe al cine y adquirió los rasgos de Johnny Weissmuller, campeón de natación convertido en actor para representar a Tarzán saltando de liana en liana vestido con un taparrabos. Con su sensual vestimenta de piel de pantera, Jane se agregó rápidamente a la historia, aportándole erotismo.

Héroe de un ífrica imaginada poblada de hombres extraños y mujeres terribles, Tarzán es el hombre puro que la maldad del mundo obliga a salir de su madriguera. «Es un personaje que se constituye de manera inversa a la de los superhéroes robotizados que aparecen en la misma época. Es el perfecto representante de las tesis rousseaunianas del hombre no desnaturalizado», recalca Roger Boulay.

A partir de sus aventuras se hicieron no menos de 42 pelí­culas, sin contar las series de televisión: desde «Tarzán de los monos» hasta «Greystocke», pasando por «Tarzán en Nueva York», en la que el «buen salvaje» descubre la jungla de asfalto.

El cómic fue otro vehí­culo del mito Tarzán. Magní­ficas planchas del dibujante Burne Hogarth son presentadas en la exposición junto con las de algunos de los muchos ilustradores que dieron en el papel rasgos al personaje mí­tico.

Desde el principio, E.R. Burroughs se interesó en las tesis de Darwin sobre el origen de las especies a partir de un ancestro común, y transmitió el mensaje en sus novelas. Roger Boulay recuerda al respecto que Sarah Palin, la ex candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, hostil al darwinismo, puso un «Tarzán» en la lista de 50 libros que deseaba retirar de las bibliotecas.

Finalmente, Tarzán, protector incansable de la jungla contra los traficantes y saqueadores, es percibido hoy como un defensor del medio ambiente. «Hace 80 años, E.R. Burroughs se planteaba ya la cuestiones sobre la destrucción de las riquezas de ífrica», sostiene Boulay.