El brasileño Jose Padilha, ganador en 2008 del Oso de oro del Festival de cine de Berlín, cuya 59º versión comienza hoy, regresa con un documental sobre el hambre en Brasil, un símbolo de la crisis que parece no haber afectado la producción cinematográfica mundial.
En efecto, más de 6 mil filmes fueron presentados a la Berlinale para su selección en 2009.
Padilha, de 41 años, quien ganó en Berlín hace un año con su primer largometraje de ficción «Tropa de elite», compartió la vida cotidiana de tres familias brasileñas durante un mes para realizar «Garapa», término que significa una mezcla de agua y del néctar de la caña de azúcar, «alimento de base para muchas familias brasileñas».
«Para comprender lo que significa el hambre, hay que vivir día a día con los hambrientos, al menos durante un cierto tiempo. Padilha vivió con una familia en una gran ciudad brasileña, luego con otra en una pequeña ciudad y con una tercera, lejos de toda infraestructura urbana», según la presentación de «Garapa» distribuida a la prensa.
«A través de la película de Padilha se hace evidente que el hambre tiene efectos profundos, entre otros el alcoholismo, la superstición o el maltrato a los niños», añade el documento.
Padilha, cuyo documental «Garapa» es presentado en la sección Panorama de la Berlinale, estudió economía y politología en Río de Janeiro y posteriormente literatura inglesa y ciencia política en Oxford.
A partir de 1999 se dedicó a la realización de documentales y en 2002 su film «Onibus» le valió numerosos premios.
«Pese a todas las crisis sociales y a las catástrofes, aún hay esperanzas. Eso se nota en muchas películas que tratan sobre la familia, sobre perímetros de acción a escala humana. La confianza, el afecto y el amor dan a la gente la fuerza para seguir, ya sea en América Latina, Escandinavia o Asia», dijo por su parte el director de la Berlinale, Dieter Kosslick.
El director de la Berlinale inaugurará el jueves el festival en presencia del ministro de Cultura y Comunicación de Alemania, Bernd Neumann.
Kosslick ha insistido en que el cine, «como ocurre con frecuencia con el arte y la cultura, se ha adelantado a la realidad de la crisis».
«Numerosas películas de esta Berlinale muestran los efectos brutales de sistemas económicos mundiales desenfrenados, portadores de algunos aspectos positivos, pero también de hambruna, miseria, guerra y tortura», agregó.
«El futuro nos dirá si la crisis económica mundial va a desembocar efectivamente, para terminar, en un giro histórico. El cine del mundo entero no parece estar en crisis. Más de 6.000 películas fueron registradas este año para el Festival», precisó.
Un día antes del comienzo de la fiesta del cine la municipalidad de Berlín daba aún los últimos toques a la fachada del Palacio del Festival. Algunos obreros pintaban en los muros la imagen del oso rojo que simboliza a la Berlinale.
En el Museo del Cine Alemán, situado a pocos metros, un público de cinéfilos de todas las edades hacía fila para entrar a recorrer los laberintos llenos de la presencia de mitos como Marlene Dietrich, Fritz Lang, Werner Herzog, Friederich Murneau o Rainer Fassbinder.