El Gobierno Federal cierra operaciones


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Hoy en Estados Unidos se concretó el golpe que los congresistas republicanos querían darle al presidente Obama con la no aprobación del Presupuesto que obliga a suspender actividades de muchas agencias federales por falta de recurso para pagar salario a los empleados y funcionarios. No es primera vez que ocurre y la última fue cuando gobernaba el país Bill Clinton en lo que fue el cierre más prolongado porque llegó a 21 días sin acuerdo en el Congreso.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Esta vez hay que entender cuál es la mecánica interna que rige en el Partido Republicano para analizar la postura de sus representantes en la Cámara de Representantes. En realidad estamos frente a una intensa lucha del sector más conservador por lograr el control del partido y darle así al movimiento conocido como Tea Party, un espacio para aspirar al poder en el futuro. La virulencia del discurso demuestra las reales intenciones de los congresistas que tratan de ponerle al Gobierno condiciones que resultan inaceptables.
 
 Especialmente porque todas las condiciones que proponen ahora están basadas en lo que fue su plataforma electoral en las últimas elecciones federales y eso significa que se trata de una propuesta que fue derrotada ampliamente porque el ganador de la elección fue precisamente el presidente Obama que basó su campaña y obtuvo su mandato con base en planteamientos totalmente contrarios a los que ahora le quieren imponer sus adversarios políticos.
 
 Creo, personalmente, que parte del problema también ha sido la actitud del mismo Presidente que no se caracteriza por ser un defensor a ultranza de sus principios y que en la búsqueda de consensos ha abandonado algunos de los puntos que hicieron creer que era la encarnación de la esperanza en formas distintas de hacer política. Si bien es cierto que la política es el arte de articular consensos, también lo es que esa concertación tiene que ajustarse a normas elementales como la de mantener los principios que dieron sustento al mandato político y por lo tanto un gobernante no puede culipandear de un lado a otro sin consecuencias. Y esas consecuencias son, en parte, el envalentonamiento de los más conservadores en el renovado ataque contra la administración de Obama.
 
 Y es que el Gobierno tendría que recordar a la opinión pública que los problemas de déficit que actualmente enfrentan son resultado de las políticas impulsadas precisamente por los republicanos durante la administración de Bush. Recordar que cuando Clinton dejó el poder había logrado dejar al país libre de déficit, pero la administración republicana emprendió una política bélica que fue una sangría enorme y bajo sus ojos se produjo el relajamiento absoluto de los controles al sector financiero que generó la crisis económica cuyas consecuencias tardarán mucho tiempo en desaparecer. La masiva emisión monetaria para salvar a los bancos a punto de irse a la quiebra es parte del problema financiero y tiene mucho más peso que los gastos en el programa de salud que impulsó el presidente Obama.
 
 La cobertura de las obligaciones financieras para pagar la deuda que tiene Estados Unidos es otro tema altamente comprometido y será difícil mantener ya la baja calificación de crédito del país si no se eleva el techo de la deuda.
 
 El pulso, en consecuencia, tiene ahora más ingredientes de los que tuvo cuando en pleno escándalo por el tema Lewinski, el Congreso provocó el cierre del gobierno federal en tiempos de Clinton. Si en aquella ocasión fueron 21 días, no sería raro que ahora el pulso se prolongue más, en perjuicio no sólo de los trabajadores del gobierno federal sino de muchos ciudadanos que dejarán de recibir sus servicios.