El general Pérez Molina y su cita con la historia


Oscar-Clemente-Marroquin

Hay momentos irrepetibles en la vida cuando se plantea una oportunidad para trascender dejando huella en la historia personal y del paí­s. Otto Pérez Molina está ya viviendo esa cita crucial en la que todo dependerá de su propia determinación de lo que quiere hacer, es decir, si se conforma con ser uno más en la lista desteñida de la que Colom es hoy por hoy el corolario, o si se propone romper el ciclo y realizar las cosas que el paí­s demanda, acabando con esa utilización secular del poder público para enriquecerse y enriquecer a sus financistas.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Yo estoy convencido que Guatemala necesita realmente un cambio brusco de timón para enderezar el camino y que no es fácil hacerlo en las condiciones actuales porque quien llega al poder está sujeto a condicionamientos que vienen de la misma campaña y que se magnifican por la existencia de instituciones absolutamente podridas como nuestro Congreso de la República. Pero si bien es muy difí­cil enfrentar al gigantesco espectro de la corrupción alimentado por la impunidad, con conocimiento de causa y determinación se pueden lograr resultados muy importantes.

Está visto que acomodarse no es problema y tenemos aún en el poder un vivo ejemplo de ello. De hecho, nuestro modelo polí­tico está hecho para que quien llegue al poder pueda disfrutar de sus mieles sin preocuparse por rendir cuentas ni por cumplirle al electorado, porque nuestra gente es tan conformista que aguanta en forma patética. Yo creo que a Guatemala llegará tarde o temprano, pero más tarde que temprano, ese movimiento mundial de los inconformes, porque si en algún sitio hay abundantes razones para estar inconforme es en nuestra patria.

Yo pienso que cuando uno es investido Presidente se tiene que preguntar si quiere pasar a la historia como un Juan José Arévalo, para citar uno de los más brillantes ejemplos, o como un ílvaro Colom. Y tendrí­a uno que tener la determinación de jugarse el todo por el todo si decide lo primero porque para ello hace falta talento, honestidad y amor por Guatemala. Para lo otro, basta tener un hombro del cual le cuelguen la banda presidencial como patética muestra de un poder inútil y corrupto.

Lo mismo le pasará a la señora Roxana Baldetti, puesto que ha hablado tanto de su determinación de luchar contra la corrupción que tiene que hacer cosas que confirmen que es absolutamente distinta a Rafael Espada, quien también ha usado ese tema como aspecto recurrente de sus objetivos, pero en el que no ha logrado absolutamente nada, ni siquiera algo para taparle el ojo al macho, desprestigiando a la Vicepresidencia en cuanto a sus capacidades para ejercer algún control sobre los negocios que se hacen en la esfera pública.

En ambos casos la cita con la historia no empieza el 14 de enero, sino desde ahora, cuando se conforman los equipos y se privilegian decisiones. Están ya viviendo los momentos cruciales que marcarán su futuro. Yo me pregunto por qué es tan difí­cil que un guatemalteco que llega al poder decida romper con los vicios del pasado, privilegiar la honestidad y los intereses del paí­s y de su gente en vez de llegar con voracidad a hartarse con los recursos públicos y a dejar que sus amigos, financistas o no, engorden sus billeteras con sucios trinquetes.

Confieso que pensé que Cerezo podrí­a hacerlo y luego que Ramiro de León Carpio también viví­a su cita con la historia. En ambos casos quede profundamente defraudado. Con los otros no me hice ilusiones porque siempre vi atrás la mano tenebrosa de quien moverí­a los hilos del negocio.

Ahora el tiempo se está acabando y el margen de maniobra se reduce. Más que nunca urge alguien como Arévalo y espanta alguien como Colom. El tiempo dirá qué camino escogió Pérez Molina.