El gato con botas (I)


Las protestas en contra de la presencia del presidente Bush, un personaje que se ha convertido en la figura polí­tica más odiada del universo, prácticamente consumieron las actividades de un grueso sector de la población guatemalteca. Mi esposa y yo, después de estar presentes en la marcha del sábado, acompañando a nuestros compañeros del FNL (Frente Nacional de Lucha), nos escapamos con la finalidad de darle tiempo a nuestra pequeña hija Ixel, para compartir con ella en la presentación de una obra de teatro en la Universidad Popular.

Carlos E. Wer

Mientras la obra transcurrí­a, con la participación «soplona» de los niños que constantemente avisaban a los artistas de la presencia del «ogro», mi mente fue recorriendo, al notar su alegrí­a, el pasado, mismo que diera vida al apoyo gubernamental para la creación de la UP y de otros grupos que incursionaron en las distintas ramas del arte, la literatura, la danza la poesí­a y todas aquellas manifestaciones de él, que enriquecen el espí­ritu. Recordé al grupo Sakerti y con ello a mis hermanos que aún hoy en un rico convivio intelectual con artistas e intelectuales mexicanos, le mantienen vivo. Recordé que los gobiernos de la década revolucionaria dieron impulso y protegieron a todas esas manifestaciones, especialmente dirigidas a permitir que el pueblo pudiera tener acceso a la formación y educación en esas áreas.

Recordé que el pueblo, el siempre olvidado pueblo, tuvo en ese tiempo facilidades para internarse en los campos del arte como nunca antes, ni después, lo ha tenido. Los conciertos y las presentaciones de obras teatrales o musicales, tienen normalmente precio. Precio que la mayorí­a de la población no pude pagar. Y al influjo de las ocurrencias de los niños que gozaban con la representación del «Gato con Botas», pensé, que al no permitir que la mayorí­a de la población pueda tener acceso a las distintas manifestaciones de la cultura, en esa misma dimensión, le hemos abierto las puertas a la delincuencia, a la pérdida de valores morales, a la desbocada, y equivocada, sexualidad de la juventud moderna, a las drogas y con ello a la desintegración social que hoy nos aqueja.