Una reforma que proponga reducir el número de diputados siempre tendrá muchos adeptos porque la mayoría de la gente está decepcionada del papel del Congreso de la República y por ello es que esa parte de la propuesta del gobierno constituye el “gancho” para atraer simpatías y generar respaldos. Sin un apartado que se dirija a la reducción del número de diputados, ninguna reforma tendría la menor oportunidad de pasar por una consulta popular.
El problema es que no se trata únicamente de reducir el número de diputados. Es más, la reducción propuesta es más bien pírrica y no constituye garantía de que mejorarán los procedimientos de postulación para impedir la compra de curules que se viene dando desde hace muchos años. Hay otros aspectos de la reforma que se tienen que considerar y lo fundamental está en el sistema político y en la búsqueda de la transparencia, aspectos que se tienen que desmenuzar para que pueda discutirse con seriedad si hablamos de una reforma del Estado.
Porque para reformar al Estado hay que cambiar procedimientos tanto de elección, designación o nombramiento de altos funcionarios, como administrativos para evitar que el sistema siga poniéndose a las órdenes de los corruptos que le aprendieron a sacar el jugo. El fortalecimiento de los instrumentos de fiscalización es indispensable para lograr un cambio que merezca tal nombre y que permita la mayor transparencia en el manejo de los recursos del Estado.
Ya en una ocasión, durante el gobierno de De León Carpio, se usó el argumento de la depuración del Congreso para facilitar una reforma constitucional que tenía otras finalidades, algunas de ellas perversas. El grueso de la población no se interesó en la reforma y la asistencia a la consulta popular fue bajísima lo que redujo notablemente el índice de aceptación de la reforma, aprobada por una escasa minoría de guatemaltecos que creyeron sinceramente que lo que estaban haciendo era mandar a su casa a los diputados corruptos. Si se les pregunta hoy a los que aprobaron la reforma en aquellos años, seguramente mostrarán su decepción porque el Congreso actual es peor que el depurado y los únicos que ganaron con la reforma fueron los que se convirtieron en prestamistas del Estado.
Creemos que el tema de la reducción de diputados puede definirse con reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, mientras que una nueva ley de la Contraloría de Cuentas y de Obras y Contrataciones ayudaría mucho a terminar con vicios como los fideicomisos y los contratos “abiertos” que son fuente de corrupción. Resueltos esos temas, podemos empezar a hablar de la reforma constitucional.
Minutero:
Tratan de darle forma
con la reducción del Congreso
para hacer que la reforma
mantenga un gancho de peso