El futuro gobierno


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El Presidente electo ha iniciado la designación de los futuros responsables de la conducción de la gestión pública y con ella se ha producido una generalizada sensación de satisfacción. El proceso de transmisión de informes entre autoridades salientes y entrantes, se anticipa con madurez. El reto más grande lo constituye sin duda, la fluidez de recursos para “arrancar” el 14 de enero con cierta solvencia económica y así­ poder encarar el inicial cumplimiento de los ofrecimientos de campaña. Luego entonces es de suponer que es en este aspecto es en donde se ha de concentrar la mayor atención para que en efecto la “sensación de cambio” pueda ser percibida por la población.

Walter Guillermo del Cid Ramí­rez
wdelcid@yahoo.com

 


Como en todo conglomerado, posiblemente alguno de los nombres ya mencionados ocasione cierto grado de rechazo, suspicacia o desconfianza extrema. Sin embargo, lo positivo y más allá de los nombres, lo constituye la creación de un halo de trabajo en equipo. Algunas personas han cuestionado el proceso mismo, demandando que tales designaciones debieran producirse más rápidamente, pero tal imperativo es propio de quienes desconocen lo intrincado de las negociaciones entre lo polí­tico y las otras expresiones del poder en nuestro paí­s. Idealmente ese manejo tiende a crear condiciones de equilibrio entre lo público y lo privado. Al parecer el futuro gobierno intenta desde ya transmitir esa sensación y bajo esa lógica se perciben ciertos nombramientos. Así­ por ejemplo en materia de competitividad, no serán ajenas las acciones que tendrá a su cargo, precisamente un representante del sector empresarial en tales cometidos. Y en contrapartida, la carta de cumplimiento de la principal oferta de campaña: la seguridad, en manos de una persona que paulatinamente se ha consolidado como integrante del partido y cercano al mandatario electo. Ello para mencionar dos rasgos predominantes en las designaciones propias del futuro gobierno.

En nuestro paí­s el manejo de lo polí­tico ha estado tristemente caracterizado por una suerte de sórdidas actitudes destructivas de unos contra otros. Algo así­ como que “si yo no estoy en eso, que tampoco el otro salga beneficiado”. El sistema polí­tico ya está caduco. De hecho tal y como está es inoperante. El Presidente electo no ha mencionado aún aspectos relativos a la refundación del Estado o a una reestructuración de éste. Ignoro si tales consideraciones son propias de su plan de gobierno. Con las condiciones prevalecientes, tanto de confrontación de sesgados intereses como la facilidad de entrampar casi cualquier fase del proceso de aprobación dentro del trámite legislativo para la obtención de recursos, por ejemplo, es poca o casi nula la posibilidad de una gestión exitosa dentro del Organismo Ejecutivo. No estoy proponiendo intervención alguna, ni mucho menos una intromisión que altere aún más la frágil institucionalidad en cuanto a la independencia de los organismos garantizada constitucionalmente. Lo que afirmo es que no se le está prestando una atención a la dimensión del problema que se anida ante la inminente limitación de recursos financieros.

Pareciera que para el futuro gobierno el trago más amargo provendrá del centro del poder polí­tico del paí­s. Si el desempeño continúa manifestándose dentro del Congreso de la República, al más lirondo albedrí­o con movimientos de los aún diputados no reelectos, las batallas que se producirán dejarán un campo no solo minado para el futuro inmediato, sino la esterilidad propia de una tierra arrasada por mezquinos y muy personales intereses. Y en dicho campo habrá de florecer la corrupción como medio de “persuasión”. Y esto último no conviene a las autoridades electas. En consecuencia ha de producirse una atención adecuada al desenvolvimiento que se está produciendo en dicho organismo. La aprobación o no del presupuesto para el próximo ejercicio fiscal no debe ser circunscrita únicamente a cifras. Eso no dice gran cosa. Tales números deben ser acompañados de medios de divulgación que impliquen las bondades de las asignaciones propias para los renglones en los que se habrán de emplear tales recursos. Y en esa divulgación estará una leve fortaleza para impedir que se condicione un voto a cambio de favores personalizados. El veredicto electoral ya fue dado, pero el desquite público puede inhibir las ambiciones de los ahora fracasados. Y ahí­ puede estar un afortunado asidero que permita un buen inicio de gestión. El tiempo se constituye en el principal adversario. La mezquindad en la actitud predominante y la humildad la gran ausente, tanto en vencedores como perdedores. Con ese conjunto de condiciones perdemos todos.