El futuro está en la polí­tica


Hace muchos años que estoy «medio trabajando», hago una cosa por aquí­, otra por allá, pero esencialmente soy casi un vagabundo, o dicho en palabras elegantes y cómodas (eufemí­sticas) soy un subempleado. Mis amigos antes se preocupaban por mí­ y eventualmente me llamaban, me preguntaban cómo estaba y me distraí­an con pláticas a lo «Og Mandino». Igual sucedí­a con mi familia que con tal de no verme desanimado me llenaban con palabras hermosas, esas que se dicen para alegrar el ego: «Tú puedes, mi amor, no te desanimes, sólo que estás en una mala racha», «lo mejor de ti vendrá pronto, ya verás que Dios te tiene preparado algo grandioso»; «las grandes personalidades han pasado por noches oscuras, ya verás que lo tuyo se resolverá pronto». Lindos todos, hasta mi suegra que me dijo un dí­a que yo era el mejor de los novios que habí­a tenido su hija.

Eduardo Blandón

Bueno, pero no es de mi fortuna que querí­a hablarle hoy, sino del consejo que hace un par de semanas me dio un amigo que estoy seguro me quiere mucho y desea lo mejor para mí­. Nos reunimos en una cafeterí­a y luego de una introducción breve me dijo: «Mira, estoy realmente preocupado por ti. Le he estado dando vueltas al asunto para ver cómo te ayudo y, la verdad, no he hallado cómo. Sin embargo, ya tengo lo que te aseguro te sacará de la mala situación». Respiró muy profundamente, como quien va a decir algo impropio, pero que lo impele. «Tienes que meterte a hacer polí­tica. Estás a tiempo, las elecciones están a la vuelta de la esquina y yo sé con quién puedes entrar con el pie derecho. Tenemos que aceptarlo, la polí­tica da dinero y esta actividad es una gran opción en nuestros tiempos».

La conversación continuó, hablamos de todo un poco (deporte, polí­tica y, por supuesto, mujeres ?la tí­pica conversación de los desempleados o subempleados como es mi caso). Me harí­a el santurrón si le niego que la idea inicialmente no me pareció, como dicen las Sagradas Escrituras, «apetitosa al paladar». Pensé en la forma cómo han logrado medrar alguno de los polí­ticos que he conocido en el camino. Sus biografí­as son lo más fácil de resumir: pobreza, actividad polí­tica y fortuna (riqueza, fama y gloria). Yo me los he encontrado con mucho dinero (que han adquirido con mucha maña y bastante proselitismo). El denominador común no es el talento intelectual, sino el ser, como decí­an los del PAN de Don ílvaro Arzú, «hormigas».

Estas «hormigas» -y no se vaya a creer que estoy hablando del humilde activista polí­tico reclutado en asentamientos, sino especialmente de otros que no provienen de esos lugares y que luego llegan a ser «Secretarios Privados de la Presidencia», «Sí­ndicos» y hasta «Asesores»-, en la mayorí­a de casos, tienen muy claro lo que quieren. Trabajan con verdadero celo apostólico durante las elecciones, van de casa en casa (como los Testigos de Jehová), buscando la conversión de sus destinatarios o como mí­nimo simplemente el voto, para luego, medrar, subir, cambiar de status, mejorar económicamente. No tienen otra intención. La verdad, según mi experiencia y lo que yo vi, lo único que persiguen es ver dónde «sacan la lana» (como he escuchado que se dice).

Por eso es que usted los ve tan sacrificados durante el perí­odo de elecciones. Saben que si pegan en el gordo «la hicieron». Seguramente son desempleados o subempleados, como yo, con amigos como los mí­os. ¿Dí­game si a usted no le gustarí­a viajar a Francia gratis, con viáticos incluidos? Si a eso le sumamos que estos señores ni siquiera trabajan (digo, eso que todo mundo entiende por trabajo), la cosa está mejor. Mi amigo parece tener razón, el futuro parece estar en la polí­tica.