Casi todo el planeta se ha estremecido con el Campeonato Mundial de Futbol, lo que demuestra que este deporte y las Olimpiadas son la cara de la globalización en mundo del deporte. Pero no solamente de la globalización sino también del neoliberalismo. No en balde Eduardo Galeano, gran escritor y gran analista del futbol, ha dicho que la FIFA es el FMI del futbol.
En los días anteriores al inicio del magno evento se denunció que la FIFA prohibiría la comercialización de determinados productos en un radio de dos kilómetros alrededor de los estadios, que solamente una empresa de comida chatarra vendería sus productos en los estadios y que se cambiaría la ley brasileña de venta de bebidas alcohólicas para poder vender cerveza estadounidense en los mismos. No se puede entrar a los estadios ni con una botella de agua ni mucho menos con un sándwich casero. Con estas medidas, el futbol no solamente se convierte en un inmenso mercado, sino en uno que está monopolizado por las grandes empresas transnacionales.
Los futbolistas son verdaderos muestrarios de publicidad a través de sus uniformes. Al parecer esta publicidad está estrictamente controlada como lo evidencia el caso del astro brasileño Neymar, a quien se le impondrá una sanción económica por estar usando calzoncillos con una marca que la FIFA no ha permitido, simplemente porque no tiene acuerdo de ganancias compartidas con la firma. Y como buen agente mercantil, Neymar se las ha ingeniado para bajarse la pantaloneta a efecto de que la marca de su calzoncillo aparezca en la televisión. La televisión es el vehículo de la promoción mercantil y por lo tanto una de las grandes y multimillonarias ganadoras de todo este espectáculo. Los jugadores y entrenadores son entrevistados en la propia cancha con una pared de vidrio atrás de ellos, la cual está plagada de logos propagandísticos de marcas de artículos deportivos, tarjetas de crédito y de cualquier otro producto. Las imágenes estrambóticas se vuelven mercancías, como lo demuestra el caso del entrenador mexicano “el Piojo” Herrera, cuyas celebraciones en la cancha se han convertido en emblema que circula ampliamente las redes sociales.
El neoliberalismo convierte todo lo que toca en una mercancía, al igual que en el mito antiguo el Rey Midas lo hacía con el oro. El neoliberalismo no es sino el capitalismo mercantilizador llevado a sus últimas consecuencias. Desde el primer párrafo de El Capital, Marx nos advirtió que la riqueza en el capitalismo aparecía como un inmenso arsenal de mercancías. Hoy no solamente lo que se produce en la economía real es mercancía, sino todo lo que potencialmente puede venderse.
Y en medio de todo esto, como aficionado cuatrienal al futbol, no puedo sino alegrarme del buen desempeño que han hecho los equipos latinoamericanos y africanos. Sobre todo estos últimos. En condiciones adversas demuestran que pueden batirse en grande contra los equipos de Europa, a cuyas ligas llegan los grandes talentos de todo el mundo incluyendo los de la periferia capitalista. Una vez más el sur nutriendo al norte…