El pasado 24 de noviembre se celebraron elecciones en la hermana República de Honduras para elegir un nuevo Presidente y otras autoridades nacionales, pero desde el principio, las mismas estuvieron amenazadas por la sombra de un fraude electoral como colofón del golpe de Estado militar y empresarial, que hace cuatro años permitió el derrocamiento del Presidente Constitucional Manuel Zelaya Rosales, suceso que no fue casualidad en un continente con una historia de cuartelazos castrenses y democracias excluyentes.
Los resultados que el Tribunal Supremo Electoral dio a conocer, favorecen al candidato oficialista, Juan Orlando Hernández, abanderado del conservador Partido Nacional, y actual Presidente del Congreso hondureño, quien ha sido fuertemente criticado por sus tendencias pro militaristas y haber sido respaldado por algunos de los sectores más retrógrados del vecino país, que de una manera u otra apoyaron o simpatizaron con el cuartelazo del año 2009.
Los grupos de la oposición aglutinados en el Partido Libertad y Refundación, LIBRE, que en esta contienda electoral apoyaron la candidatura presidencial de Xiomara Castro de Zelaya, denunciaron la consumación de un escandaloso fraude electoral, anticipando que no reconocen los resultados oficiales divulgados por las autoridades electorales. El Partido Libre es la confluencia de movimientos sociales y sectores liberales organizados en una gran cruzada de resistencia que surgió a raíz del golpe de Estado.
La excandidata Xiomara Castro, acompañada de los principales dirigentes del partido opositor, salió a las calles de Tegucigalpa, encabezando una multitudinaria manifestación para impugnar los resultados de las elecciones, con la exigencia de un reconteo de los votos, a la vez que presentó pruebas contundentes del fraude, especialmente la alteración de muchas de las actas de las mesas electorales.
Al respecto de este preocupante escenario, llama la atención el sospechoso silencio que algunos de los medios de comunicación han mantenido sobre el fraude y su actitud de minimizar la información de las graves irregularidades durante el proceso electoral.
El caso de Honduras no ha sido ninguna sorpresa para los movimientos progresistas de América Latina, pues en ese país ha estado avanzando la consolidación de un régimen autoritario revestido de legalidad, que no es sino la continuación del golpe del año 2009 para expulsar del poder al presidente Zelaya, por “su pecado” de haber simpatizado con el entonces presidente de Venezuela, Comandante Hugo Chávez, y su incorporación a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA).
Lo que está ocurriendo en Honduras, no es más que la perversión de la democracia, para mantener inalterable el statu quo mediante el cual los ricos cada vez son más ricos, y los pobres cada vez más pobres.