El fraude electoral


El sistema electoral en Guatemala no cuenta con los controles para garantizar la pureza de los comicios. El fraude se manifiesta de distintas formas y no consiste sólo en la adulteración de la cantidad de votos emitidos. El engaño mayor es permitir la saturación propagandí­stica que sugestiona a la gente superficial.

Marco Vinicio Mejí­a

La posibilidad de defraudar la voluntad colectiva se ha fraguado en el seno mismo de un conjunto cerrado, inadecuado e insuficiente. Estos vicios son producto de un régimen adaptado a las conveniencias de los verdaderos dueños del poder, cuyos retratos no aparecen en las boletas de votación. Luego de veintitrés años de tanteos, los partidos polí­ticos continúan sin cumplir la función de mediación de los diferentes sectores o fuerzas sociales, papel que se han arrogado los medios de comunicación, en especial los escritos.

Lo más grave es la indiferencia o la apatí­a entre la juventud, carente de una cultura polí­tica, lo que impide que haya un pensamiento crí­tico y memorioso. En las décadas del setenta y del ochenta, ser joven era una señal inequí­voca de rebeldí­a. Hoy, la juventud está ahí­ta de dudas, incertidumbre y una actitud de búsqueda de identidad. A diferencia de aquellos años, en la actualidad los jóvenes son más individualistas y se hallan menos orientados hacia el deseo de cambios profundos o hacia acciones colectivas para transformar lo que no les gusta. Creen más en la competencia individual.

La juventud de ahora está abroquelada en posiciones conservadoras: sus prioridades son tener trabajo estable, seguridad y una familia feliz. ¿Ignorancia? Más bien incomprensión, pues, posiblemente no comprendan lo que leen en los libros (que casi no leen), pero entienden muy bien lo que leen en una sociedad que cultiva la superficialidad, el materialismo, la ambición descontrolada y adora el poder adquisitivo. ¿Indiferencia? Tal vez lo que sienten es asco hacia la clase polí­tica. Esta podrí­a ser una de las explicaciones de más de un cuarto de millón de votos nulos en la primera vuelta de las elecciones generales.

Los defectos del conjunto se traducen en la escasa capacidad de convocatoria a cargo de los partidos que, lejos de ofrecer propuestas de hombres y mujeres idóneas para ocupar puestos de elección, no ofrecen soluciones concretas para superar la legión de déficit denominado pobreza, inseguridad, insalubridad, desempleo y analfabetismo.

También hay que tomar con prudencia los resultados de las encuestas. Lo fraudulento es el modo en que se han divulgado sus resultados, para favorecer ciertas candidaturas y excluir otras.

Escribo estas reflexiones sin pesimismo. No son la justificación prematura de una inevitable o inminente frustración colectiva. Más bien, llama a la cautela y, pese a las deficiencias señaladas, solicita la defensa de la voluntad colectiva.