El fragor de la batalla electoral


Hecho patente es en todos los medios sociales de comunicación, que resulta lo menos percibido hoy en dí­a por la población. El entorno en forma tempranera lo sacude, fastidia y molesta dicha cuestión. Indicador seguro que en lo que va del año en curso y el 2011 registrará enjundia y alboroto de padre y señor nuestro, sin temor a duda alguna, visto está.

Juan de Dios Rojas

Este fenómeno de carga tipo dinamita, responde a marcados intereses y compromisos por demás notorios del campo polí­tico, en primer grado, a los cuales hay que añadir el ingrediente sociológico también en punta. Tal combinación de ingredientes propios del momento aciago, lleva las cosas en precipitado ritmo envolvente, capaz de causas intemperantes.

Tanto en nuestro paí­s como en su antí­poda y desconocida región, orilla al instante a un verdadero campo de Agramonte este suceso de esa í­ndole. A extremo de nublar y entorpecer el desarrollo normal del evento cí­vico. Ajeno por el olvido y sin el menor sí­ntoma de caer en la práctica conveniente y necesaria de normas y principios de educación patriótica.

Nadie ignora, gracias al desarrollo y modernidad de la comunicación social, el hecho que estamos anticipadamente bombardeados por tanta promoción y búsqueda de clientelismo electoral. Mediante planes especí­ficos sale a luz pública una propaganda presidencialista recurrente. Sistematizada a lo grande, a fin de inculcar una imagen determinada, aquí­ y allá.

Cuesta arriba, mediante la utilización de recursos disponibles de orden económico, sin parar mientes en las consecuencias que conlleva compromisos con financistas. Así­ marchan estas acciones desde buen tiempo atrás, conforme lo observan, oyen y se enteran los habitantes en general. Es tanto el fragor de la batalla electoral que hasta los niños se enteran.

Cada cuatro años, cuando tienen realización los comicios generales y cierto porcentual de electores empadronados acuden a las urnas a depositar el sufragio, ocurren particularidades que connotan caracterí­sticas y hacen historia. Fiel reflejo del innegable comportamiento social y cí­vico en menor cuantí­a. Los orí­genes vienen a ser aspectos incluidos puntualmente en expresiones conductuales del componente de la sociologí­a.

Entre otros destaca y bate palmas un caso al menos de orden compulsivo en concreto, fácil puede advertirse la prisa que endosa adelantarse cuanto antes. Son animados de la intencionalidad vana de ganar la delantera, por encima de lo establecido en la legislación de rigor. No les importa caer en actos ilí­citos con desfachatez tremenda como si tal cosa.

De manera similar, tampoco se preocupan por dar el mal ejemplo a las nuevas generaciones, entre el referido fragor de la batalla electoral anticipada. De adrede y carentes de responsabilidad ciudadana marcan una ubicación tildada de protagonismo destructor, por cuanto representa tarea indeclinable con hechos positivos el genuino rumbo aleccionador.

Todo hace pensar que conforme avanza el tiempo tendremos desafortunadamente más estruendo, enfrentamientos y el desprestigio del cercano contendiente. Con la mala intención de eliminar del ruedo a los más fuertes presidenciables; existirá la repetición acerca de más de lo mismo, ante las expectativas del votante.

Tampoco pueden adecuarse en el tintero tantos sucesos siniestros referentes a las elecciones generales del paí­s, enfatizando su condición de inocente o tonto de capirote. Recordemos con ironí­a del destino fraudes impuestos a costa de vidas, persecuciones y exilios. Antes que iniciara la expresión de «transición democrática».

El verdadero fragor de la batalla electoral cobrará plena acción, cuando estamos a fin de año y principios de 2011. Entonces resonarán en extremo desesperante las cancioncitas pegajosas, junto a la entrega de camisas, playeras, gorras y a lo mejor los famosos «espejitos» conquistadores. Tocante al «Gallo tapado», nos parece mera historia.