El fragor de la batalla


Tras semanas y semanas se aproxima la meta final del evento electoral. Conforme el tiempo acorta el dí­a señalado para elegir presidente y vicepresidente, diputados, alcaldes y concejos municipales, el fragor de la batalla llena hasta sus lí­mites el ejercicio supuestamente cí­vico.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Ese mismo proceso toma senderos fuera de serie y escapa de los renglones que establecen con letra muerta el basamento legal del Estado. Empero, contra diagnósticos multiplicados, el propio ambiente tórrido que se apodera de muchos guatemaltecos va rumbo al indeseable punto incivilizado.

En los actuales momentos fácilmente percibimos y de qué manera, la proliferación de dimes y diretes expuestos por los presidenciables, en primer término. Acusaciones mutuas tienden a generar también las temidas campañas negras, responsables de transformar en sentido negativo el evento.

Todos nos hace llegar a la conclusión, ni vuelta de hoja, que el civismo constituye y lo hará quién sabe cuánto tiempo más, una materia pendiente de recuperación. Pese al historial sobre este particular, recogido en diversas etapas vividas, dista bastante de asimilar la experiencia debida.

El esquema presenta el marco de siempre, los vaivenes de la polí­tica veleidosa siguen igual, por cuanto cuando menos se piensa salen a luz aquellos comportamientos que desdicen del auténtico civismo y madurez individual. Hemos transpuesto ya el siglo XXI en sus umbrales y no hay cambio.

Inclusive tiene qué ver mucho las formas y prácticas orientadas a hacer propaganda en los diversos medios de comunicación social, máxime en los radiales y televisivos de mayor impacto y cobertura. Nada nuevo existe otra vez en ocasión de los comicios generales a las puertas de modo acelerado.

No obstante haberse convocado y desarrollado reuniones importantes, de cara a convenios de voluntad y quizás palabra empeñada, relativos a cómo llevarí­an a feliz término tal perí­odo, a la hora de la verdad, nada de nada. Resulta también una copia al carbón de las anteriores, años atrás.

Olvidan los partidos su rol de entidades de derecho público, y que su función primordial debe ser, sin excusas ni pretextos, una escuela de formación cí­vica. Sin embargo, vemos con preocupación que la violencia repercute bastante y se entrelaza en acciones, metas y propósitos trazados. «Las alegres elecciones» a juicio del ex presidente Arévalo, ojalá discurran en orden y con muestras de civismo.