El pasado lunes se cumplieron 66 años de la fundación de las Naciones Unidas, organización creada en 1945 tras finalizar la Segunda Guerra Mundial con el objetivo principal de promover la paz. A estas alturas no es aventurado señalar que esta entidad internacional ya perdió toda credibilidad, por lo que es fácil colegir que ha fracasado y que está llegando a su final.
El asesinato de Muamar El Gadafi en Libia la última semana luego de ser capturado con vida, constituyó el tiro de gracia para las Naciones Unidas, y una contundente derrota para los Estados Unidos como la principal potencia mundial que encabezó la invasión mercenaria y neocolonial a ese país del norte de ífrica, auspiciada por la tenebrosa alianza de la OTAN.
El espíritu de la Resolución No. 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que permitió el apoyo a la fuerza multinacional de la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, para intervenir en Libia, era la protección de la población civil.
Curiosamente ese espíritu fue malinterpretado, pues el propósito que buscaban los criminales ataques de la OTAN no fue la protección de los civiles, sino el derrocamiento del régimen liderado por Gadafi. Como parte de su insaciable apetito colonialista, los invasores, avalados por las Naciones Unidas, bombardearon amplias zonas de la población civil, dejando una estela de muerte y destrucción.
El caso de la brutal agresión contra Libia será recordado con crespones negros en la historia de la humanidad, como la creación de una nueva doctrina unilateral de la ONU, para derribar gobiernos que no son del agrado de los países imperialistas. El precedente es grave. Sucedió en Libia y podrá suceder en Irán o Venezuela, dos naciones cuyos regímenes no gozan de la simpatía de la OTAN ni de los Estados Unidos. En ese contexto, es válido argumentar que el magnicidio de Gadafi representa el final de las Naciones Unidas como organización creada para el mantenimiento de la paz en el mundo.
La cobarde invasión contra Libia es un vergonzoso atropello al Derecho Internacional, sepultando para siempre la credibilidad de las Naciones Unidas, que se prestó para pisotear la soberanía de un país libre.
También representa una derrota para Estados Unidos porque siendo un país que dice ser abanderado en la lucha por la defensa de los derechos humanos, y que además es presidido por un Premio Nobel de la Paz, participó descaradamente en esa condenable agresión.
Al margen de los horrores y bondades que se atribuyen a Gadafi, es justo reconocer que impulsó una gran revolución económica y social convirtiendo a Libia en un país próspero con un alto desarrollo humano para su pueblo.