No se ha cuantificado el volumen de la fuerza laboral de trabajadoras domésticas en la frontera Guatemala-México. Aunque este flujo migratorio no puede catalogarse como nuevo, si es posible afirmar que su volumen se ha incrementado con especiales características socioeconómicas y culturales. Su presencia forma parte de la vida social, especialmente en ciudades como Tapachula, y en los municipios de El Ceibo, Balancán y El Martillo, en el estado de Tabasco.
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Las trabajadoras domésticas guatemaltecas en Chiapas y Tabasco no vulneran leyes en esos estados o en Guatemala. Son mujeres ejerciendo lo estipulado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Se trasladan a México en forma temporal por la incidencia de varios factores: económico, pues su propio país no tiene la capacidad de otorgar ingresos adecuados a un ser humano; políticos, ante la constante criminalidad y violencia; y sociales, porque las jóvenes trabajadoras tienen derecho a una vida mejor.
Cuando salen de diferentes municipios, aldeas y comunidades de San Marcos -en especial- y Huehuetenango, ya conocen con cuales amigas realizarán el viaje y donde encontrarán otras amistades. Por esta razón, saben cómo evitar problemas en el camino. Asimismo, nadie de ellas ignora el lugar donde serán contratadas -básicamente el parque “Miguel Hidalgo†de Tapachula- y salarios. La decisión de dejar su hogar ha sido meditada pero, en conversaciones con amistades y familiares que se desempeñan como trabajadoras domésticas, consideran más los aspectos positivos. Estas situaciones forman parte de las redes sociales de la migración.
Empiezan a trasladarse con la autorización familiar. En un reducido número de casos, a las menores las acompaña su padre. Este hecho le permitirá conocer las condiciones económicas y la casa donde trabajarán. La inmensa mayoría son menores. Su edad fluctúa entre 13 y 18 años. Un porcentaje muy reducido se ubica entre 19 y 24 años. Van en busca de un ingreso económico pues en sus casas hay pobreza. Su identidad cultural se mantiene pues continuarán utilizando el traje indígena y se comunicarán con sus amigas en el idioma maya natal.
Al permanecer fuera de sus casas, las jóvenes guatemaltecas deben integrarse a un proceso de adaptación social lento. Se trata de vivir en otro país. Deben comprender nuevas costumbres, alimentación diferente y obedecer instrucciones de personas que en forma reciente han conocido. Los salarios -oscilan entre 600, 800 y 1,200 pesos mensuales, según la experiencia que posean-, permitirán una presencia en Chiapas o Tabasco inicialmente de treinta días y se prolongará hasta tres meses, con base a la experiencia migratoria. No firman contratos de trabajo. El arreglo es verbal. En la actualidad, no ignoran que pueden resolver problemas en el Consulado guatemalteco de Tapachula y en la Junta de Conciliación y Arbitraje de esa ciudad. La población chiapaneca o tabasqueña no las rechaza. Y las trabajadoras guatemaltecas no ocasionan problemas económicos, ni de desestabilización social o política. Pero la idea es regresar con el propósito de ayudar económicamente a hogares muy necesitados y, también, participar en las diferentes actividades culturales en sus lugares de origen.
Las trabajadoras domésticas de Guatemala en Chiapas y Tabasco no necesitan intermediarios para laborar. Este aspecto tiene especial significado pues se evitan abusos. En las delegaciones migratorias mexicanas se les ve en pequeños grupos. Las impulsa el derecho humano de ayudar económicamente a sus familias. Ellas se internan a territorio mexicano utilizando el pase local. Tienen derecho a él pues son residentes fronterizos. Aunque éste tiene una duración de 72 horas, en Tapachula y los municipios tabasqueños no se toman medidas en contra de ellas; sin embargo, el Instituto Nacional de Migración (INM) en México, ha iniciado un proceso para lograr su regulación migratoria.
Un aspecto básico presente en todas las regiones del mundo, es la importancia de la migración internacional. En este contexto, es obligatorio respetar a las jóvenes guatemaltecas laborando como trabajadoras domésticas fuera de su país. Son seres humanos buscando alternativas de vida. Y este hecho, nadie se los puede negar.