«El favor… del toro» (II)


Son de tanta importancia y trascendencia los derechos de Guatemala sobre Belice que prudentemente los constituyentes normaron en las disposiciones transitorias y finales, artí­culo 19, que el gobierno de nuestro paí­s sólo promoverí­a relaciones sociales, económicas y culturales con la población de Belice, que el Ejecutivo sólo podrí­a realizar gestiones que tendieran a resolver esa situación de conformidad con los intereses nacionales.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

El Congreso de la República deberí­a analizar si el acuerdo firmado el 9 de diciembre de 2008, en la Organización de Estados Americanos, es o no de interés nacional. Los partidos polí­ticos representados en el Organismo Legislativo no pueden evadir la enorme trascendencia y responsabilidad que implica que los diputados llamen a una consulta popular para someter una pregunta que a todas luces solo conlleva riesgos para Guatemala porque la misma le otorga absoluta libertad a la Corte Internacional de Justicia para resolver si procede otorgarle territorio continental, insular o cualquier área marí­tima de las que Belice actualmente controla e ilegalmente detenta.

Estoy seguro que muchos juristas opinarán que someter a consulta popular una pregunta como la ya señalada no es un acuerdo definitivo, tampoco contiene un interés nacional; por el contrario, es una carta, un cheque en blanco y por esa misma razón no llena el espí­ritu contenido en la norma o disposición transitoria y final establecida en el artí­culo 19 de ese capí­tulo, en la Constitución. Lo procedente serí­a que la totalidad de los diputados rechazara lo acordado por la Cancillerí­a y por consiguiente no se aceptara convocar a una consulta popular nacional con semejante pregunta y con tan negativas probabilidades.

El darle gusto a la OEA, al gobierno británico y a Belice también implica que el Tribunal Supremo Electoral gaste más de Q100 millones en una consulta popular, recursos e impuestos que no están previstos en el Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado aprobado recientemente en el Congreso. Si el Organismo Legislativo aprobara dicha consulta no sólo estarí­a arriesgando la posibilidad de que se nos reconozca, por Belice, el legí­timo reclamo territorial que durante 150 años hemos mantenido, sino que, además, tendrí­a que obtener un préstamo o un ingreso que financiara ese elevadí­simo gasto que implica la consulta, sin la garantí­a de obtener ningún resultado favorable al pueblo de Guatemala.

Que Prensa Libre también publique, el 9 de diciembre de 2008, que en Belice existen temores al respecto, basándose en declaraciones del canciller beliceño, Wilfred Erlington, es otra muestra de la habilidad de los beliceños y de la inocencia o de la grave falta de habilidad y conocimiento de nuestra Cancillerí­a.

Del actual embajador de Guatemala en la OEA, Jorge Skinner Klee Arenales es injustificable que siendo nieto, hijo y sobrino de cancilleres y él mismo una persona que durante muchos años ha sido embajador de nuestro paí­s, haya avalado el acuerdo que la Cancillerí­a firmara el 9 de diciembre en la OEA, su actitud evidencia su comodidad y su debilidad al no manifestarles al Presidente y Vicepresidente de la República que les están dando atole con el dedo, lo que me obliga a señalarlo de incompetente, de deshonrar la confianza y la dignidad que él más que nadie deberí­a defender como guatemalteco, lo cual me duele y entristece.

Si a pesar de todo lo indicado se llegara al extremo que el gobierno sometiera la pregunta a una consulta popular, miles de guatemaltecos, incluyéndome, deberemos de hacer una campaña por rechazar y condenar esta atroz decisión.